ESCALERA DE CARACOL

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Me encontraste ya erosionada y con los peldaños desgastados. Perdida en un círculo vicioso de miedos y angustias que sólo me llevaban a la desesperación y el pánico. Me enredé en una escalera de caracol que me hundía en los infiernos. Me obcequé en vivir en un agujero negro como única salida, un precipicio eterno sin salvación posible.

No huiste.

Me miraste de frente, me levantaste el rostro por la barbilla con contundencia y dulzura. Me cogiste de la mano por donde casi no cabía ni una persona, y no te importó arrastra la espalda por la pared ni rozarte los pantalones por los escalones si con eso me ayudabas a cambiar el sentido de las agujas del reloj.

En vez de bajar, subimos juntos. A ratos tirabas de mí.

Me dejé hacer por falta de fuerza para pelear y bendita flojera que me hizo arrastrarme por donde tú querías. Desde entonces y hasta ahora me obligo a mirar siempre hacia arriba buscando el techo de cada momento, subiendo escaleras entre risas y sonrisas. Casi no le temo a los espejos.

Aunque me veo con fuerzas y capaz de casi todo, no te vayas lejos, no me sueltes de la mano que queda todavía mucha escalera y no quiero sentir el vértigo de la altura.

Gracias.

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