PODCAST AL AMANECER

Hoy mi hija se ha ido a Bruselas, ahora mismo estará sobrevolando no sé cuál ciudad que se despereza y espero que en cada casa huela a café, pero en estos tiempos de cancelación y condena también la cafeína ha caído. Lo ha hecho en silencio, rodeado del verde matcha y sin nadie que lo defendiera. Espero que en Europa siga siendo un placer culpable, necesario y urgente, tomar un café al despertar.

Sólo los besos superan al café de la mañana. Y no todos. Los besos.

Tampoco cuentan los ingleses con su té, no son europeos, ni son de fiar. Así, en general,  que es demasiado temprano para puntualizar que conozco británicos excelentes.

Siempre nos quedarán los italianos. Esto también lo podemos considerar una generalización absurda y bella, como son ellos, como es Italia.

Pues Rocío se va a Bruselas, que es como «Marisol rumbo a Río» pero mucho más gris, y su avión salía tempranísimo y hay que estar con tanta antelación en los aeropuertos que era de noche cerrada cuando le he dicho adiós y el reguero de frases maternales que empiezan por «ten cuidado».

Dentro de «ten cuidado» están todos los miedos de una madre vestidos de prudencia, toda la esperanza de que todo va a ir bien, y toda la confianza en que tu hija va a pasarlo bien y va a volver de una pieza.

A las 4.30 se fue con su padre y yo no pude dormir ya. Escribo esto a las 7.20 de la mañana después de mi café y mi Gelocatil Gripe en el que tengo puestas todas mis esperanzas porque el día viene laboralmente potente.

Como no podía dormir me puse un podcast, suelo usar los de True Crime a los que yo cariñosamente llamo: «mis muertos», y con cierta falta de sensibilidad, antes de que Jocelyn sepa quién mató a su madre yo estoy dormida. Hoy, sin embargo, he puesto una entrevista a Manuel Marlasca que le ha hecho Javier Aznar en su Hotel Jorge Juan. Marlasca ha escrito una novela.

Manuel Marlasca es alguien que está ahí de siempre, un periodista de sucesos, un señor que no es gris ni tampoco lo he considerado nunca una figura. Lamento decir que no lo he seguido con interés,  simplemente era un valor seguro a la hora de informarse. Me ha encantado su entrevista y por supuesto no me he vuelto a dormir porque ha removido mis yo más lejanos

Yo fui una adolescente pesada, medianamente estudiosa, rebelde pero no mucho, cabezona siempre y de un carácter un poquito insoportable . Como todos estaba perdida sobre mi futuro porque me gustaba todo. Me empeñé en ser ingeniero desoyendo a mi santa madre. Spoiler, acabó mal. Mi mente no es matemática, mi visión espacial es nula y mi tesón es nivel usuario.

Mi madre me dijo que fuera periodista y no le hice caso. Sinceramente creo que me hubiera encantado, que habría disfrutado muchísimo de la profesión y estoy segura que no sería quien soy si lo hubiera hecho, pero no fue así.

Tras un ensayo estudiando en San Sebastián (spolier, volvió a salir mal), entré en Relaciones Laborales, carrera que terminé, que no me apasionó y en la que pensé firmemente en aprovechar ese título para entrar en la Policía. Me gusta, me gustaba y me gustará la Policía y creo que también se me habría dado bien.

No os lo vais a creer, Spolier: no pasó.  Se me cruzó en la vida otra vida que es en la que, a base de tumbos he ido encajando, y está bien.

Y durante esa vida he conocido a muchos periodistas, he seguido a otros, he leído muchas crónicas y he podido escuchar,  de primera mano, esas historias de redacciones con humo, con sonido de máquinas de escribir y sucesos que se cubrían a pie de calle o de comisaría. He podido envidiar a quien me contaba como jamás se quedarían con la nota de prensa de un Gobierno,  el que fuera, y como los días se hacían noche y viceversa acodados en la barra del periodismo patrio, ese que hoy ya es senior y escribe libros. También he conocido a personajes parecidos a los de todas esas novelas negras y de detectives que leí y releí toda mi vida. Es mi pequeño consuelo.

Y ahora, con el último sorbo de café helado, siento la añoranza de lo desconocido, de lo que podría haber sido y no fue, aunque a lo mejor no me hubiera ido bien, pero ante la duda prefiero imaginar una vida en la que las redacciones tenían humo, la noticia tenía que ser de primera mano y los policías siempre eran los buenos.

Compraré el libro de Manuel aunque sólo sea porque me ha acompañado en este amanecer.

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