Mes: noviembre 2012
ROCIO PIÑEIRO
Hace unos catorce meses que sucedió todo, y tengo que reconocer que no pasa un día en el que no piense en ella. Nunca la conocí, jamás vi su rostro y tampoco pude oír su voz, pero puedo asegurar que si me parara a repasar el día justo antes de cerrar los ojos para dormir me daría cuenta la de veces en las que el pensamiento corrió a su cara desconocida.
Llevo mucho tiempo queriendo escribir de ella, pero me surge la contradicción del dolor y la angustia, con el reconocimiento y el pequeñísimo homenaje que pudiera darle desde aquí.
Para escribir estas líneas he tenido que ir a la web y buscar la noticia, reconozco temblor y algo de angustia por volver a revivir, mientras leía, la secuencia de acontecimientos que se dieron ese día. Cuando he ido indagando en las distintas páginas que surgieron me ha llamado la atención su nombre…se llamaba Rocío, yo no lo sabía, y era justo de mi edad entonces, otro dato que no supe en su momento. He sentido un escalofrío por todo mi cuerpo.
Rocío Piñeiro Oitavén, pontevedresa que se fue a Madrid a trabajar y que a dos días de su cesárea programada, acudió a Misa en su barrio para rezar por ella, por su parto, por su hijo. Iba acompañada de su madre que se había trasladado a la capital para tan feliz acontecimiento. Todas las madres quieren estar con sus hijas y todas las hijas necesitan cerca a su madre.
La noticia, cuando sucedió, me hizo pensar en lo doloroso del momento, en ese hijo al que intentaron salvar y peleó dos días en esta vida, en su madre, en su marido que lo perdía todo, y en lo vulnerable que somos…de repente, en el sitio que menos te lo esperas, sin existir una razón – si es que alguna vez existe una razón para que un humano decida quitarle la vida a otro – se acaba todo. Sin más.
Muchas veces, cuando voy acompañada de mis hijas, me descubro en Misa, en los centros comerciales, en los restaurantes, en los cines… buscando un sitio donde ponerlas a salvo, donde protegerlas…y siempre llego a la misma conclusión: no puedo, y eso me aterra.
A Rocío no quiero olvidarla, ni creo que la olvide en la vida, ella con su bebé y una niña, Omayra Sanchez, de trece años, a la que grabaron los periodistas durante su agonía en Colombia, hundida en barro, suplicante y llorosa, con su familia enterrada a sus pies, forman parte de las mujeres que marcaron mi recuerdo, mi vida, mi manera de enfrentarme a las cosas. El día de hoy nunca va a repetirse, los momentos con los que tenemos alrededor pueden darse parecidos en otro momento, pero jamás como los que suceden en este instante. Debemos aprovechar la vida, somos frágiles ante la muerte y ésta puede estar en lo más común de nuestra rutina.