HAY

Hay caminos que conducen a lugares conocidos, senderos mil veces transitados que se siguen sin prestar atención y que llevan a lugares tan comunes que no se les da importancia. El otro día fui capaz de mirar con ojos nuevos un trayecto diario y descubrí que la abstracción es tan imprescindible como innecesaria. Lo que mata es la rutina o esperar que cada día haya algo tan especial que nos vayamos a la cama pensando que el mundo es increíble.

Hay pasos que no son huellas pero dejan rastro sobre el que vivir una vida. Hay gente que deja su impronta en la personalidad ajena y desconocidos que pueden hacer que cambies de idea. Algunas veces me gusta pararme a pensar en quien me ha hecho ver las cosas de manera diferente, quien me hizo partícipe de sus cosas -grandes y pequeñas- y me enseñó a amarlas o a desecharlas. Busco mis diferencias con mi yo de hace años y a cada nuevo rasgo le puedo poner un nombre, un rosto, un instante.

Hay días que parecen semanas y años que duran un instante. Relojes caprichosos de mundos paralelos, minutos bailarines en esferas con pulso y mientras tanto más arrugas, más miedos, más retos superados, más vida. Y una huida incesante hacia delante porque los momentos no se pueden atrapar.

Hay miradas que son universos infinitos donde perderse y otras que lo fueron todo y se convierten en precipicios vacíos, rocosos soplos de tiempo que dan vértigo por ser un final ante el que sólo cabe saltar a la nada o volver hacia atrás donde lo transitado no deja de ser una repetición incómoda, insulsa, aburrida.

Hay palabras que acarician y acogen, que se convierten en refugio y consuelo, que -incluso desde la distancia- descorren las cortinas de los sentimientos oscuros y reconfortan hasta provocar sonrisas. Por el contrario, hay abrazos gélidos que producen el escalofrío de la soledad más acompañada, el compromiso del cariño forzado que sabe a dolor.

Hay vidas dentro de una misma vida, personas dentro de un mismo yo, futuros sin escribir, pasados emborronados, tragedias de andar por casa, felicidad tamaño familiar, lágrimas, suspiros, pulsos galopantes…

A veces, incluso no hay…