ABSORTA 

Reyes se quedó absorta delante de lo que podría ser algo interesante en el hipotético caso de que estuviera concentrada. Si horas más tarde le preguntaran qué hizo durante ese tiempo de su vida, no podría contestar ni donde estaba sentada ni si su presunta ocupación era un libro, un programa de debate televisivo o una labor de bolillo, por eso valoraba tanto a quien sabía contestar a un juez sobre lo que hizo el día de autos. Cuando veía algún interrogatorio judicial o policial, aunque fuera de ficción, siempre pensaba que su respuesta sería: «ni idea señoría, yo es que tengo muy mala cabeza», su falta de memoria y su acusado despiste le llevarían a la cárcel a poco que estuviera en una situación dudosa, seguro.

En realidad no era cuestión de falta de interés, su evasión mental la tenía repasando su vida, llegando a conclusiones en función de sus conductas, analizando los porqués de cada uno de esos momentos en los que ni con su cuasi amnesia podía olvidar.

Apoyada en el pretil de sus recuerdos se sonrojaba al reconocerse como alguien diferente. Hay una delgada línea roja que va desde el cambio por madurez o por influencia externa. Si se ve desde la perspectiva de la evolución personal te conviertes en alguien interesante, un modelo a seguir, puedes estar orgullosa de ti misma. Sin embargo, si dejas las excusas de lado, si abres con  crudeza, y sin melindres, los ojos de la autoevaluación puede ser que seas consciente de que has cambiado tu manera de ser porque desde fuera -queriendo o sin querer- te abocan a vivir la vida de otra manera. Entonces llegan las preguntas más importantes, la de si merece la pena, si esa transformación compensa, si se puede evitar o no, si hace daño.

Sin ser consciente aún de donde estaba, sintió el escalofrío que nace en el sentimiento y se nota en la piel, en otro momento se le habrían llenado los ojos de lágrimas pero le quedaban pocas y no las podía desperdiciar, repasó su razonamiento de nuevo, releyó su interior despacio y silabeando, suspiró dejando su cuerpo casi sin fuerzas…tenía que asumirlo, había cambiado, no era la mujer que fue, no era cuestión de ojeras ni de estrés, ni siquiera de hormonas revueltas, lo cierto es que había dejado de confiar en que sucedieran las cosas, no esperaba nada de nadie, y lo peor de todo, Reyes fue consciente de que había dejado de soñar…