TRAS LA VIDA

Hubo un tiempo en el que la mayor preocupación era saber si la cena sería o no de su gusto, si llegaría tarde al colegio o si serían unas vacaciones con mucha playa y mucho sol. Siempre salía agua del grifo, había ropa limpia en el armario, comida en la mesa y no sabía que eran las facturas por pagar.
Crecer, avanzar, seguir caminando por la vida no fue un sendero tortuoso, aunque en ciertos momentos sintiera que la oscuridad era total que no había ni un rayo de sol que le iluminara, y cuando buscaba, no tenía a la mano la artificialidad de una linterna para esclarecer el camino. Puede que en ocasiones se sintiera tan sola que era incapaz de ver hasta las manos tendidas que le ayudaban a levantarse. En ocasiones se obcecaba. Pero siendo justa con la vida, al echar la mirada atrás tenía que reconocer que no debía quejarse, en ciertos aspectos era una privilegiada.
Ahora, mientras el balanceo de su mecedora le acompañaba ocupaba todo su tiempo en mirar hacia atrás seguramente por la poca esperanza que tenía de que hubiera muchos más recuerdos que atesorar. El tiempo se acababa. Quizás fuera su falta de memoria o su necesidad de maquillar el pasado para quedarse solo con lo bueno, pero la realidad era que sentía que había gastado bien su vida, ese don que te dan, esa posibilidad que recibes gratuitamente y esa libertad con la que vas decidiendo que hacer con ella. A veces se había equivocado, pero simplemente fue un desvío en la ruta, una parada improvisada, incluso a veces, pasado el tiempo, podía comprobar que fue para mejor.
Es muy doloroso ver según que realidades, a veces es mejor no mirar, no recordar, es cobarde pero hay cosas que sabes que están, que estuvieron, pero que cuando se verbalizan se hacen mas grandes, mas hondas, más barro. Así que las apartaba, no comentaba sobre ellas, y ya no tenía buena vista para pasar horas dejándolas por escrito como cuando era joven. El poder de la palabra. Muy pronto, muy niña se apasionó por leer y por dejar por escrito lo que sentía o imginaba…hacía ya tanto tiempo de eso…una sonrisa cruzó sus arrugas. Fue siempre atípica, y ahora, no había dejado de serlo, no contaba tragedias, no se quejaba, nada de lamentos.

Es una ventaja, llegar a la degradación física y recordar solo los momentos de esplendor, ver acercarse el final apartando lo que fue doloroso, y así conocer la paz.
 
(A José Luis Alvite)
 
 

PLAYA

Se acercó a la escalera, se asomó y dudó un instante, se descalzó y sintió el frío del suelo bajo sus pies. El escalofrío que le recorrió no le hizo cambiar de opinión. Comenzó a descender despacio, con la cadencia del latido de su corazón marchito.

No hacía tanto, esa escalera la llenaba de luz, de alegría, de esperanza.

Al poner el pie en el último escalón ya notó la humedad de la arena y siguió en línea recta, sin querer pasar por esas maderitas tan útiles que ponen en la playa los ayuntamientos, cerró los ojos y el rumor de las olas le sirvió de guía….siguió y siguió hasta que el agua le hizo esbozar una sonrisa. Triste, pero sonrisa al fin y al cabo.

Comenzó a caminar por la orilla, las olas le golpeaban los pies y el perfil de donde muere el horizonte no se distinguía de entre la negrura de la noche, el viento le arremolinó la melena y la humedad, el salitre, se le pegaron a la piel.

Tomar las decisiones correctas no era siempre lo más fácil, hacer lo que se debe, no es lo más sencillo, pero en el fondo de su maltrecho corazón, en el último hilo de su alma, sabía que no se había equivocado.

Pronto empezaría un nuevo día, en apenas unas horas el alba colorearía el cielo, y también tendría que comenzar a dar color a su vida.

Miró de frente al mar y en su suspiro iban los últimos lamentos.

Ahora si, tendría que volver a empezar a vivir.

NEVERA VACÍA

En esta calle hay un momento en el que al apagarse las luces aún no hay suficiente claridad.
Es la hora en la que las chicas malas vuelven a casa, la hora en la que el compás del sonido de sus tacones es el tic tac del despertador de los hombres buenos.
Escondida en la penumbra vive a veces el último abrazo de la noche o el primer beso de una apasionada lucha sexual.
Y algunas chicas, pocas, vuelven solas a casa con el amargor del último cigarro, el final de la copa aguada y el calor de los besos preparados para dar, sin llegar a estrenar…o aún peor…gastados inútilmentente en un hombre que a duras penas se tenía derecho … que finalemente cayó rendido a sus pies…literalmente.
El ruido de la llave en la cerradura crea un vacío en el estómago que hace que se erice la piel y un escalofrío recorra el cuerpo sin que haya nadie que se quite rápido su chaqueta y la coloque torpemente sobre los hombros.
El silencio de la casa no se rompe con nada, los zapatos en la mano para no dar que hablar a los vecinos y muda soledad.
Soñando con el momento en el que un hombre haga saltar los botones de la camisa…empezar a desabrocharlos mirando una cama hecha con el propósito de deshacerla en compañía…no es lo mejor. La neglillé se queda elegantemente doblada en el cajón y el pijama cómodo, grande y algo desgastado por el uso se convierte en el sustituto de un calor deseado.
El espejo devuelve una imagen que no tiene nada que ver con la sonrisa y el brillo de los ojos que horas antes retransmitía. El maquillaje desaparece y sólo una fina línea negra queda debajo de unas pestañas que se cubrieron a partes iguales de rimmel e ilusión.
Y debajo de todo, una mujer con ojeras de niña que se despierta en mitad de la noche por una pesadilla, que sabe que aunque tenga hambre, la nevera está vacía.

JUEGOS INFANTILES

Me recuerdo a mi misma camelando a mi madre o a mi abuelo para ir a la papelería, no había un lugar que me impresionara más que la papelería, bueno…si, el puerto, pero el puerto pesquero, no esos barcos grandes, ruidosos, llenos de personas, sino los pequeños barcos de pesca en los que cuando yo paseaba de la mano de mi madre estaban preparándose para salir, rematando algunas redes…¡qué bonito era ver esas manos curtidas, morenas, fuertes, recias, manejando con destreza el adminículo con el que cosían las redes de esa manera tan rápida y acostumbrada sentados en el rollo de maroma o en el bolardo desgastado, oxidado, pintado de negro!
Yo iba a una papelería pequeña, forrada en madera oscura, de cerca de casa, donde un señor que me resultaba antipático regentaba con su mujer que me daba miedo, un paraíso de lápices, cartulinas, chinchetas, libretas, gomas y…talonarios. Esa era mi gran afición.
Hoy los psicopedagogos que están muy estudiados dirían que yo practicaba conductas infantiles de repetición, pero la verdad es que yo jugaba a ser empresaria, desde muy pequeña, unas veces regentaba una galería de arte y le ponía precio a todos los cuadros de la casa e incluso mi abuelo me compraba alguno…¡y no regateaba!, otras veces tenía una agencia de viajes, ésta era mi empresa favorita, cogía catálogos de las agencias de verdad y hacía verdaderos presupuestos y rutas imposibles, luego emitía facturas y todo…lo malo fue que implantaron el IVA y mi tía tuvo que enseñarme lo que era el IVA repercutido y soportado, ¡a los nueve años!…y el C.I.F también.
También tenía restaurantes, asesorías, hoteles, era administrador de fincas y hasta ¡¡lotera ilegal!! según el talonario que comprara…Eso sí, era muy ordenada y pulcra en mi «trabajo».
Otro de mis juegos favoritos era envolver, yo quería ser envolvedora de El Corte Inglés, cogía un trozo de papel y varias cosas y las iba envolviendo una por una, de dos en dos en distintas combinaciones…e inventaba historias maravillosas sobre para quién era el regalo. A veces de un dramatismo cargado de realidad.
También escribía, poesía y prosa, que no era cuestión de cerrar puertas y Gloria Fuertes influía. Mi madre conserva muchos de mis escritos, no todos porque necesitaría una habitación sólo para eso, y cuando los vuelvo a ver tengo una sensación de entre ternura y vergüenza…y no me gusta que nadie los vea…me da pudor. La lectura siempre fue mi pasión, aprendí a leer porque no me fiaba de que me contaran bien los cuentos, no había cumplido los tres años… y luego descubrí que también era divertido contar historias.
Quise ser «farmateucica», bailarina, profesora, escritora, arqueóloga, empresaria, broker, química, ingeniero, contable, bibliotecaria…y en todos los supuestos, además, madre.
La imaginación siempre jugó conmigo, a veces me daba disgustos porque imaginaba cosas muy trágicas y acababa con el corazón encogido sufriendo horriblemente por cosas que no habían sucedido y eran poco probable que sucedieran…pero la mayoría de las ocasiones fui una niña distinta  pero muy muy feliz.

GENERACIÓN PERDIDA

Yo pertenezco a la generación que se llamó «JASP» jóvenes aunque sobradamente preparados, que comparados con muchos, no todos, de los actuales eramos unos analfabetos, sobretodo en lo referente en idiomas y especialización. Eramos los primeros Erasmus, aunque yo no fui, los primeros que aprendimos que sin inglés no eres nadie y que las tecnologías no deben abrumarte sino aceptarlas, y convertirlas en herramienta social, de trabajo y de compras.
Se ha hablado mucho de la conocida como «Generación Perdida», la del presidente anterior, la que dejó de estudiar porque se ganaba mucho en la construcción y luego al acabar el sueño del ladrillo, se han visto incapaces de retomar los estudios o acceder a otro puesto de trabajo. También se hablaba de la generación de un plan de educación muy poco exigente y bajo de contenidos.
Como en tantas otras cosas en España, esta «Generación Perdida» tiene una contra réplica de una cantidad de jóvenes, muy pocos, casi elitistas, que son excelentes y aunque las Universidades han perdido mucho respecto al profesorado, los métodos de enseñanza y los contenidos salvan con dignidad relativa la licenciatura. Los de las Universidades privadas juegan otra liga. Una triste división … la verdadera actualidad de las dos Españas.
Antes la educación no iba aparejada a los estudios.
Con todo esto las esperanzas de salvar estos jóvenes nacidos entre los finales de los ochenta y los noventa, es relativamente poca, y tendrían oportunidades si hubieran aprendido la cultura del esfuerzo, del sacrificio, del compromiso, pero por desgracia es un grupo de casi adultos que parten de cursos en los institutos aprobados por edad, de cobrar el subsidio del desempleo y otras tantas ayudas, de grandes sueldos sin haber invertido en preparación o en educación, la cultura, con perdón de «por mis cojones», «pa chulo yo», el enchufismo, la falta de respeto al trabajo, una generación amoral y floja que acabará viviendo a costa de sus padres eternamente.