Justo después de terminar la Semana Santa dejé mi alma hilvanada con palabras en estas gotas y cuando me despedí hasta hoy pensé que sería igual de fácil, pero sin embargo no soy capaz de hacerlo. Lo he intentado varias veces a lo largo del día. Mientras voy y vengo a la lavadora porque los volantes no se lavan solos, voy pensando la manera de conseguir trasmitir lo que han sido estos días para mí. Compartirlo con todos los que me leéis porque además lo había prometido. Ha llegado el punto sin retorno de la emoción. Tampoco estoy muy segura, pero la sensación que tengo es la de un vaso ya desbordado, ya no cabe más y tampoco es relevante que el agua siga cayendo. Quien dice agua dice cerveza o bourbon, que igual la figura narrativa del vaso con agua ha tenido más protagonismo del necesario. Con todo lo que lloré de Viernes de Dolores a Domingo de Resurrección, ambos incluidos, no he conseguido vaciarme con lágrimas como otras veces, como casi siempre. Sólo derramé unas pocas en la soledad del gentío y delante de Ella, sé que no son suficientes pero confío en que en algún momento salgan o se transformen en risas. Ha sido una romería diferente y especial. Tengo mucho que agradecer a mucha gente, empezando por mi madre que hace que cada año el sueño se cumpla. Y a mis hijas que cada vez son más mayores y más compañeras de ratos inolvidables. Ha sido una fiesta de compartir, de dar y recibir mucho más de lo que haya podido obsequiar. Quizás los nervios esperando que llegara el día de irme a la aldea han sido mayores este año, los míos y los de los demás, conocidos y por conocer, que al final esto es una gran familia en la que no te conoces y acabas siendo amigo de toda la vida. Tengo la sensación de que este año había más ganas de romería que otros años. Igual puede ser que yo este año he estado más rodeada de rocieros. De los de verdad. Me quedo con el viernes noche y un hombre de natural impoluto e inmaculado que llegaba lleno de polvo y sudor pegado en la frente, con su abrazo y nuestras lágrimas, las suyas de emoción y cansancio -supongo-, las mías de respeto y cariño. No hacían falta palabras, ni más gestos, sin embargo ese hombre le hizo un regalo a mis hijas, lo más romero que se puede hacer y ellas emocionadas y orgullosas descubrieron otra manera de ser rocieras. Gracias niño. Y también por el ratito del lunes, eso queda para siempre ya, y une más si cabe. No puedo dejar pasar a una mujer que es un terremoto de risas y complicidad, de una generosidad abrumadora y de un corazón tan grande que siempre tiene sitio para alguien más. Ella y su familia. No sé si prefiero el ratito en la hamaca de charla o el de copas cena y cante. No le voy a poner ni un pero, primero porque me salvó del atraco -económico- del parking y segundo porque no tendría derecho alguno. Gracias Inma, gracias a ti además he engordado menos este Rocío, no hay como andar por las arenas hasta el fin del mundo…Es broma. Gracias a quien se vino a vivir de manera más estrechita por compartir y además se trajo a lo más preciado. Capaz de ponerme la flor de desde lejos y cantar sin descanso. Y muchísimas gracias a quienes no sólo compartieron sino que además me llenaron el día de risas y recuerdos de los que quedan siempre. Generosos hasta el extremo de soportar mis nervios de un domingo eterno en el que me visto de flamenca soñando con quitarme el traje, el único momento del año en el que me sobran los volantes, pero ponerme los pantalones es señal de que ya está más cerca la hora de verla en la calle. Me dijo una señora mientras esperábamos el salto dentro de la Ermita que iba con guardaespaldas, no sabía ella que son guardalmas en todo caso, porque es fácil ponerte es sus manos con absoluta confianza. A fin de cuentas todo se organiza en base a una noche, a un momento sin hora fija, este año han sido las 3.03 (creo) y tengo que reconocer que ha sido aún mejor de lo que esperaba, sé que no puedo explicarlo y es difícil que alguien entienda mi necesidad de estar allí dentro, pero era imprescindible. Y pese a lo que puede parecer en las imágenes no es tanto, y además no he podido estar mejor acompañada ni más cuidada. Hay cosas que no se pueden expresar con palabras, ni con abrazos, ni siquiera con besos, quizás con una mirada cansada y emocionada, mezclada con el sudor del calor humano. La felicidad es eso. Es imposible no estar con mi Hermandad y mi familia esperándola, verla llegar tan serena y no rezar sin romper a llorar. El único momento en el que me brotaron las lágrimas, el resto fueron secas. Es un momento especial sobre las siete de la mañana, la veo rodeada de gente que a veces es la única vez en el año en la que nos encontramos y casi que nos ponemos al día escuchando las campanas de las otras hermandades, sintiendo la electricidad de sus nervios. Es el segundo momento, junto con la presentación del Sábado, en la que me abrazo a mi madre.
Me pasé el lunes yendo y viniendo a verla, incapaz de dormir sabiendo que Ella estaba paseando por las arenas. No pesaba el cansancio, ni el sueño, ni el frío. Recogí las cosas acompañada de una familia maravillosa y unos niños que disfrutaron esas horas como si fueran semanas. Llené mis bolsos de recuerdos y volví con la esperanza del año que viene. Gracias a todos.
@ahoraro ? Que mara villa encontrarte aquí !!! Siguiéndote desde ya.