Quiero volver a ser la niña que se esconde en el patio para que no la encuentren a la hora de la siesta. La que busca el refugio de la sombra bajo una escalera y lo convierte en cueva, palacio o barco pirata. No necesitar más compañía que la que me preste la naturaleza y la imaginación. Vivir en un mundo que no existe pero que se vuelve tangible y donde las postillas de las rodillas no vienen de heridas por caídas si no de contiendas heroicas.
Quiero volver a escuchar la chicharra, sentir el calor por mi nuca resbalando en gota infantil que deja olor a plastilina y risas inocentes. Saber que ese ardor del sol viene de unas vacaciones escolares que libran de la señal de los calcetines y de un madrugar por obligación, esa que hace salir de debajo de las mantas a un frío que ahora parece tan lejano.
Quiero no ver la oscuridad ni los tonos grises, sólo los colores que se muestran ufanos frente a la primavera, roneando desde el verano intenso. Quiero correr debajo de una manguera de agua, descalza, despeinada y loca, queriendo atrapar el agua con la boca y el frescor con la piel. No temerle al barro.
Quiero merendar pan con chocolate que se derrite entre los dedos por culpa de querer estirar el momento, dando grandes bocados al bollo y pequeñitos a las onzas, y luego acabar chupando cada uno de esos churretes dactilares después de dejar huellas sin querer por más de un sitio.
Quiero ser niña con escalera. Mujer con peldaños.
(A Javier por el impulso de última hora)
Yo también. Precioso texto
Gracias!!!