BAILE SENSUAL

Yo era una adolescente de trece o catorce años de las de entonces, de las de sueños eternos y falda de uniforme escocesa en tonos verdes, esa que me dejó traumatizada para el color verde cacería casi para los restos porque me hacía parecer una mesa camilla de Edimburgo, si es que en Edimburgo tienen ese placer pequeño que es una «mesaestufa». Había entonces un anuncio que decía: «La lambada es un baile prohibido». Aquello fue un acto glorioso de marketing porque por supuesto se puso mucho más atención a una música algo mediocre (para mi gusto) que venía con su soniquete desde el otro lado del charco y a un baile que consistía en dar vueltas metiendo pierna y moviendo el culo. Así en grandes rasgos. Se suponía que era la sensualidad hecha música, que el roce de los cuerpos era poco menos que un baile sexual en el que la ropa sobraba, veías el vídeo en los 40 principales y casi te convencías, hasta que llegaba la feria de tu pueblo y contemplabas algo que parecían espasmos por hernia de hiato o algo así. Cuerpos zozobrantes intentando ir al compás del acordeón (¿era un acordeón?) y más de un enredo con las piernas que terminaba en traumatología. Lo importante era participar, supongo.

A mí de verdad lo que me parece sensual es el tango, pero también es para los que saben o los que se han criado en el arrabal. No es para todos. Es baile para dioses del compás y me niego a asumir que sea un baile triste o melancólico, es pura sensualidad y a veces, agresividad contenida. Algo así como las cacareadas sombras del señor gris pardo, pero en bonito, en de verdad.

Reconozco que el baile sensual por excelencia y sin quitar mérito a lo anterior, quizás porque lo puede bailar cualquiera y se baila en infinidad de ocasiones, son las sevillanas. De ellas está todo escrito, cantado y dicho y no voy a intentar ser original porque seguro que salgo perdiendo. Para mí es el cortejo perfecto: el roneo. Las sevillanas dan la  oportunidad de mirarse a los ojos y sonreír, de sentir una mano posada en la cintura sin dar que hablar, de pasar de frente o de espaldas muy pegada al otro cuerpo sin que haya nadie escandalizándose, que nuestros antepasados sabían mucho y conocían la manera de «dejarse querer» sin buscarse un problema entre las mentes más estrechas. Y todo esto…si se quiere, que también puede surgir el Canal de La Mancha entre hombre y mujer porque a ninguno de los dos le interese más cercanía y tampoco pasa nada. Es cierto que es un baile que gana mucho entre los de distinto sexo, pero como decía un amigo mío de imaginación floreciente: «ves bailar a dos mujeres juntas y hay cines equis que no son tan explícitos».

Las sevillanas son lances cuasi toreros, un tira y afloja continuo entre hombre y mujer, o una exhibición de cuerpo y brazos entre mujeres frente a hombres que observan. Un hombre que no contempla una mujer bailando sevillanas es porque ella baila fatal o porque él no vale «ni pa estar escondío». Yo me reconozco capaz de bailar cualquier tipo de sevillana, pero aprendí en la calle, y arrastrando los pies por las arenas, es decir, en El Rocío, jamás pisé una academia y comprendo que existan aunque su baile me resulte exagerado e impostado.

Siendo muy jovencita bailé en esas arenas con un chico del Aljarafe, hilábamos una sevillana con otra, hacía calor y estábamos al sol, yo notaba el sudor por mi espalda, pequeñas gotitas, ni me importaba, él bailaba de lujo cuando llegaba la cuarta se arrodillaba a cada cruce final y yo acaba sentada en su rodilla. Él vestía de corto y yo de flamenca, parecía que el resto del mundo no existía, sólo la música, las arenas y nosotros, debía ser tal el espectáculo que acabaron grabándonos para un documental alemán. Jamás lo vi…

La otra vez que se paró el mundo fue literal. Estaba en San Sebastián estudiando, había una fiesta en una discoteca, octubre del 93, por aquel entonces se llevaba en el resto del país bailar sevillanas, hubo una moda nacional. No sé si fue para echarnos pero pusieron una sevillana y yo empecé a bailar con un niño que no conseguí saber si era de Jaén o de Jerez. Conforme empezamos a bailar iban haciéndonos hueco, la gente se iba parando, y al final estaba toda la discoteca pendiente de nosotros dos. A mí ya me entraba algo de vergüenza pero él tenía más tablas que yo, que ya es decir. Reconozco que no estuvo mal. De vuelta a la residencia mis compañeras me preguntaban cómo podíamos vivir en un sitio con hombres así…y yo me reía mucho y les decía que conociéndolos y sabiendo lo canallas que pueden llegar a ser. Y que sobre todo las sevillanas son un baile, sensual, atrevido, erótico si se quiere, el principio de todo…o no, pero sólo son un baile.

Un comentario en “BAILE SENSUAL

  1. Estoy de acuerdo contigo, bien bailadas son muy sensuales. El tango también pero, para mi gusto, es más dramático como de amores un poco intensos y torturados. La sevillana es más festiva.

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