Puede ser que a estas alturas de mi vida, cuando parte de mis amigas del colegio ya están cumpliendo los cuarenta años y yo todavía pueda ser considerada treintañera, me vaya a meter en un fregao de esos de los que no hay manera de salir sin el labio partido y dos o tres costillas doloridas. Aún soy joven para aguantar las embestidas de las masas. Igual debería dejar pasar el tema, pero lo voy a intentar. De los cobardes nunca se ha escrito nada, así que me voy a remangar y voy a adentrarme en uno de los temas más polémicos que puedo llegar a tratar.
Hablemos del «malaje».
Puntualizo: el malaje según Sevilla o según la zona occidental del sur de España. Estoy convencida de que de Despeñaperros para arriba también existe algún epíteto, algún adjetivo calificativo, para este tipo de persona porque no creo que este rasgo de la personalidad sea patrimonio exclusivo de los habitantes de esta bendita tierra que es la mía.
Malaje, según la RAE, que siempre me sirve para lo mismo -nada-, es un adjetivo de Andalucía que dicho de una personala calificaca como una desagradable o que tiene mala sombra (sic). Es absolutamente correcto, incluso se me escapa una sonrisa por una expresión tan antigua como «mala sombra». Así dicho se le podría encontrar una cierta similitud con la «malafollá» granadina. No seré yo quien lo desmienta al cien por cien. Creo que esas raíces comunes que hacen que las diferencias sean más patentes, se ven en este tipo de personaje del territorio andaluz. Por cierto, «malafollá» no está en la RAE, que igual deberíamos hacer una petición de estas que pululan por internet para que se añada.
El malaje es normalmente hombre, pero no tienen la exclusividad, también hay mujeres con tal malaje que se merecen un monumento, y no sé si en el caso femenino es aún más contundente. He aquí la primera duda sin resolver: ¿una mujer malaje es más malaje que un hombre malaje? No tengo respuesta a mano, pero mi experiencia personal es la que es y me he cruzado más con varones con un malaje que a ratos no sabes si es de verdad o están fingiendo.
El malaje no habla, suele un tipo que observa más que conversa. Ni siquiera observa del todo, vive en una abstracción peculiar y propia, intimísima. Tampoco suele ser una persona que le guste escuchar, es más, mi particular opinión es que le molesta la gente…sin embargo suele estar rodeada de ellas. Le gusta hacer saber que es así, esaborío, antipático, un poco desagradable, condescendiente…El momento que para elige a hablar y consiente con departir entre sus congéneres (que no iguales, porque suele considerarse superior) no es casual, el malaje no dice las cosas con frivolidad, él sentencia, no admite replicas, es de una contundencia tal que cuando habla ya tienes que creer sus palabras al cien por cien, incluso si no crees en lo que está diciendo no te atreves a replicar porque vas a chocar contra un muro, o aún peor te va a contestar con un puñal afilado que no suele ocupar más de cinco palabras.
Existe una tendencia actual, por increíble que parezca, de personas que incluso quieren ser malajes, sin haber venido así de fábrica. Esto a todas luces es un error. Cualquier comportamiento impostado es lamentable y desde aquí aprovecho para que surja un cambio de tendencia. La cuestión principal es que confunden el ser malaje con la mala educación y no es lo mismo. es una línea sutil y delicada, sólo el malaje de nacimiento sabe ser un caballero sin dejar de perder su idiosincrasia.
Justo por la contundencia de sus palabras, por su manera de sentenciar, por la educación innata y porque se prodigan poco en halagos, cuando un malaje piropea es como el cometa Halley, pero tengo que reconocer que los dos piropos más bonitos que he oído jamás los han dicho dos malajes, uno no iba para mí, el otro sí, y puedo asegurar que es difícil superarlos…pero pa mi se quedan…vaya a que se enfaden y lancen sus puñales verbales…
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