No hacen falta espejos. Lo sé. Lo sabes. En realidad eres tú y te has reconocido.
Así te sientes, sola, abandonada, olvidada, perdida.
Te encuentras colgada de un cable que te ata a una realidad que te es ajena y sin embargo la única razón para seguir, la única esperanza. Una pesada verdad que no tiene remedio o es complicada de solucionar.
Fuiste útil, imprescindible y muy querida. Juego infantil, remedio improvisado, risa en ciernes. Freno del abanico intenso de la furia del viento contra las sábanas limpias de pasiones como metáfora circular y perfecta.
A veces sujeta por los labios, depositada con una caricia, necesaria siempre, coqueta al sol.
Y ahora ya no sirves, no cuentas para nada cuando todavía tienes intactos tantos sueños por cumplir y tantas ganas de seguir estrenando ilusiones.
Eres tú, te has reconocido, pero no olvides que de los trozos que quedan después de saberte rota se componen las grandes personas.