PUDE…

Dijo Neruda en su reconocido poema XX, quizás esa doble equis era un presagio de femeninas formas para que se convirtiera en un himno al amor, que podía escribir «los versos más tristes esta noche». Una noche, cualquier noche, supongo, a poco que «la noche esté estrellada y los astros tiriten», o porque la echó de menos y a sus besos. En ocasiones sólo es necesario que un pequeño estímulo para que se desencadene la tormenta. El efecto mariposa a veces llega de lugares remotos, de conductas cercanas, de momentos fallidos.

En esta mañana de frío, nubes y con la humedad calando hasta los huesos, yo podría escribir versos, pero seguro que servirían sólo para masacrar palabras. También podría pararme a dibujar con letras lo que de verdad me nace de dentro, lo que anida ahí, entre preguntas sin respuestas y razones de peso, entre la cabeza sensata y el corazón perplejo. Podría, tengo el estímulo perfecto, pero no lo haré. No lo hice nunca, ni creo que lo haga jamás, entendiendo por jamás el deseo de ser firme en mis convicciones. Hay otras veces que mis jamás se disipan rápido, duran a penas un instante, y luego me arrepiento o lo lamento, pero eso no tiene nada en común con esto, son nuncas de plastilina.

Podría contar que anoche, deseando que acabara el día y presa del desencanto, conseguí ilusionarme con un libro de Ana María Matute, «Luciérnagas», y puedo decir que los cinco primeros párrafos son de una belleza que me erizó la piel, me hizo olvidar cualquier preocupación o daño y sobre todo me sentí como cuando era pequeña y leía sin descanso mientras los demás dormían la siesta, con el calor de la playa aún en la piel, y con la imaginación preparada para volar, casi feliz. Me sentí tan bien, que asustada porque pudiera cambiar el estilo o el nivel de aquella maravilla que estaba leyendo, cerré el libro muy rápido y con esa dulzura en los ojos conseguí dormir. » El día estaba lleno de oro, de un oro ardiente que inundaba los ojos, la boca». Es difícil de superar.

He estado tentada de poner una foto que reivindicara mi estado de ánimo ayudada por un pequeño texto, pero entre que debo pedir permiso para utilizarla y que tengo un dolor de cabeza que me hace difícil hasta respirar, lo he dejado para más adelante, quizás mañana. En realidad no sé que sería de mi vida si no pudiera pensar que hay un mañana que me deje solucionar todo lo que no me apetece arreglar hoy. Para todo lo demás soy impaciente, inquieta, casi infantil.

Pero lo que sí quería aprovechar, como hice en años anteriores, aunque quede redundante, es reivindicar el derecho de los padres, esos que quieren ejercer y no les dejan, esos que son tan importantes como las madres, a los que les exigieron un compromiso diario y que, por desencuentros de pareja, se ven relegados a fines de semana alternos. Quienes sufren de verdad son los hijos, que nadie piense que apartándolos de su vida les hacen un favor.

Y en realidad, hoy no me cabían más palabras que las que se me están estrangulando justo al principio del alma. Estoy abusando de vuestra comprensión y vuestra paciencia. Perdonadme una vez más. Pude escribir….pero no me sale

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