Durante varios capítulos intenté dar unas «Lecciones básicas» sobre los hombres. Esto me llevó más de una reprimenda y, sobre todo, a una vorágine de polémica que en el fondo me gusta muchísimo. Reconozco que no seguí por una mezcla de cobardía y aburrimiento, pero a poco que se me cruce el cable o me lo soliciten con insistencia, volveré a las andadas. Que a mí me tocan las palmas y me dejo llevar con una facilidad pasmosa.
Pero hay también hay que ser autocrítica, sincera y enredarse en la bandera de la honestidad. Ha llegado el día en el que las «Lecciones básicas» sean sobre nosotras, mujeres. No sólo hablo en primera persona si no que lo haré en nombre de todas aquellas que -con o sin alcohol de por medio- fueron capaces de sincerarse y además yo estaba delante para tomar notas mentales. Por supuesto también cuento con la opinión de ellos.
Lo primero que hacemos mal, muy mal, rematadamente mal, es intentar entrar en las cabezas masculinas. Es un error de primero de relación hombre-mujer pensar por ellos. Y lo hacemos. Hay que reconocerlo, cuál de nosotras no se ha sorprendido diciéndose: «seguro que piensa que…», «a lo mejor está esperando que yo diga que…», «le da vergüenza decírmelo pero seguro que quiere irse ya»… Y la más temeraria de todas esas reflexiones que tenemos usurpando la mente del varón, cuando a nosotras mismas o a la oreja confesora que tenemos cerca le decimos: «yo creo que pasa de mí, o tiene miedo al compromiso, o lo que toque». En ese «yo creo» está el demonio que nos hace tambalearnos, y la culpa es sólo nuestra.
El segundo error, común y no por ello menos vertiginoso, es cuando interpretamos los mensajes o las conversaciones. Queridas mías, sé que es difícil, a veces casi imposible, pero no analicéis cada mensaje que aparece en vuestro móvil, en el correo electrónico, en las redes sociales. Intentadlo por duro que sea, ofreced resistencia hercúlea cuando os veáis tentadas a repasar las conversaciones que habéis tenido y, en vez de disfrutadlas, las desmenuzáis como si fuera una merluza para ensalada. El varón ha dicho lo que ha dicho, ya está, nada más, no le busquéis tres pies al gato.
Esto me lleva a enlazar con el tercer error. Pensamos de más, le damos mil vueltas a las cosas, las mareamos, rehogamos, flambeamos y hasta las carbonizamos de tanto empeño que ponemos en mirar las cosas desde tres mil ángulos distintos, con trescientas hipótesis diferentes, cambiando las variables para llegar al punto de origen, eso sí, cansadas, exhaustas, y si encima los hemos hecho partícipes, ellos están mareados a la par que cabreados…y con razón. Conclusión: No pensar.
Y entonces llegamos al siguiente punto, ante la desesperación del varón -por este u otro tema- avanzamos sin remedio hacia nuestro momento estelar de «drama queen». Con un poco de suerte este drama lo pasamos en silencio, como las hemorroides. Sufrimos una barbaridad, y casi al cien por cien, de manera innecesaria. En ocasiones nuestro ataque de tragedia lo compartimos con una amiga que por supuesto se solidariza con nosotras, que para eso están las amigas y para todo lo demás Master Card. Pero, y aquí ya viene el error garrafal, si hacemos partícipe al ínclito varón de nuestro drama inútil…os aviso, sólo puede acabar en tragedia. Yo ya os lo he dicho, allá vosotras.
Por pinganillo me apuntan que las mujeres somos muy preguntonas, que hacemos una infinidad de preguntas que ríete tú del Mossad, con esto amigas mías, solo se crea desasosiego y se cultiva una sensación desconfianza que es lo que más daño puede hacer. Yo reconozco que soy poco de hacer interrogatorios, odio dar explicaciones así que las pido poco o nada.
Por último os pido, no queráis que piensen como vosotros, no esperéis que reaccionen como vuestra imaginación quiere que lo haga, a lo mejor no es de decir cosas bonitas, o de tener detallitos románticos, pero eso no significa que no os quiera. No pasa nada por hacerle saber que os gustan, pero controlad el nivel de indirectas, dejan de serlo a la tercera…
Yo, como me veo reflejada en muchos de estos fallos, con esto ya tengo tarea por delante… El tema da para más, volveré en otra ocasión, por lo pronto empiezo mi acto de contrición…
Las cosas son como son: los calzoncillos en el primer cajón.
Y los calcetines en el segundo.
No le deis más vueltas.
Gracias de todo corazón.
jajajajajaja