De un tiempo a esta parte he decidido que una palabra onomatopéyica y fuera de la encorsetada disciplina de la Real Academia de la Lengua me acompañe. Creo que está desde tiempo inmemorial en el imaginario colectivo. El «Trocotró», como la energía, ni se crea ni se destruye, está. Tampoco se puede decir que usarla sea una decisión meditada bajo los influjos de sustancias sicotrópicas, ni de meditación trascendental, ni bajo ayuno y oración, surgió por acumulación y la he hecho mía, de la misma manera que se puede llegar a tener la propiedad de una nube. Muy mía, sabiendo que no tengo derecho alguno. Quizás dentro de veinticinco años, presos de la rapidez y el vértigo de la velocidad, la vea -Si Dios quiere mantenerme en el mundo de los que respiran, que por qué no va a querer…- dentro de las hojas del Diccionario. Pero no me hace falta. Incluso me gusta utilizar un vocablo al margen de la ley. Satisface mi rebeldía innata.
Algún día y bajo pseudónimo, para poder negarlo ante Dios y ante la Ley, contaré mis apasionadas y siempre catastróficas, locuras de la adolescencia. Todavía no puedo, mi insultante juventud hace que los delitos no hayan prescrito.
En realidad «trocotró» no es más que un final, una especie de taconeo flamenco con el que se pueden decir muchas cosas. No tiene nada que ver con trenes ni con caballos. Es más bien algo racial y sureño con lo que me identifico con predecible facilidad. El problema es que en sí es difícil de definir y sus significados son varios, cada «trocotró» tiene su aplicación práctica y su traducción, así que cuando me preguntan qué quiero decir exactamente cuando contesto «trocotró», es muy complicado pues nunca significa lo mismo. Es, además, es un estado de ánimo, algo alegre y casi festivo, una invitación a la sonrisa o a ponerse el mundo por montera. Mis paisanos sí me comprenden.
Hay palabras que se me escapan de la definición como la arena entre los dedos (momento metafórico de inaudita frescura y originalidad). Recuerdo siendo muy jovencita, debería tener entonces trece años, que en una fiesta de fin de año de un pueblo perdido en la sierra malagueña, con temperaturas bajo cero pero sin frío alguno, bailaba «agarrao» con un muchacho. El ínclito varón era de Madrid y lo recordaré toda mi vida porque fue la primera vez que bailé un «lento», puedo añadir, por puntualizar, que se llamaba Ricardo y que la canción era «Without you» años antes de la versión de Mariah Carey. Cuando volví a sentarme, me preguntó mi amiga ansiosa de detalles, y le contesté «es un lacio». Había más gente, más chicas y muchas eran del norte y me tuvieron lo que le restaba a la noche explicando sin éxito lo que era un lacio. Estaba tan claro…un lacio era Ricardo.
Me ocurre con muchos andalucismos calificativos que no tienen una significación clara, como supongo que les pasará a los demás con sus palabras autóctonas; puede que el «aúpa» norteño de más de sí de lo que a mí me puede parecer, por poner un ejemplo. Yo comprendo que esaborío, lacio, jilona, guachislá, pamplina, novelero, etc. pueden ser adjetivos que, cuando menos, despisten. Además, en un giro sorprendente de los hechos, calificativos como «prenda» pueden variar su significado dependiendo de el tono o la zona de Andalucía donde se expresen; así, «es un prenda» es algo negativo y preavisa de su posible maldad o canalleo y «¿qué haces, prenda?» es una manera cariñosa de calificar a alguien.
Yo intento explicar lo que significan estas palabras que forman parte de mi día a día pero sin buscar etimologías, ni definiciones cerradas. Por eso siento algo de vértigo cuando, contesto con un Trocotró, o cualquier otro tipo de calificativo de uso andaluz, y veo venir la pregunta. Me ocurrió con lacio, hace poco con novelero, y recuerdo el día que contesté que un guachislá es un chirlachi. Está claro que no ayudé nada, pero luego lo intenté con más ahínco.
No puedo menos que recomendar que os sintáis un poquito trocotró, sin ser unos lacios para que no digan que sois jilones.
Esta maravilla me la ha hecho @emedemolar que tiene las camisetas más molonas del mundo.