Cuando discuto con alguien me queda el retrogusto de la duda. No soy tan inflexible como para no aceptar que estoy equivocada y mi empatía (innata y a veces demasiado incómoda) me lleva a intentar ponerme en el lugar del razonamiento del otro, hasta en los más raros, hasta en los más peregrinos, yo intento verme en traje ajeno.
La idea que me defendían ayer es que sólo eres fotógrafo si tienes un estudio y escritor si vives de la literatura. Casi nada. Yo no me siento aludida porque soy una junta letras con un espacio que existe en la etereidad de la red invisible. Pero me resulta incomprensible el razonamiento.
En pleno siglo XXI, donde la información es inmediata, los teléfonos son móviles y con cámara, donde la música, el cine, la literatura es de consumo instantáneo y prácticamente gratuito resulta que tienes que vivir íntegramente de esto para que alguien te otorgue esa categoría. Categoría, ni que decir tiene, que es absolutamente prescindible. Lo veo difícil, complicado y hasta pelín iluso.
Grandes artistas de la pintura de hoy se dedican a dar clases para poder pagar la factura de la luz y he conocido a más de uno que se ve montando empresas que no tienen nada que ver con el mundo del arte, para poder dedicarse a su don sin que peligre su sustento. Adoro a uno -ojalá tener un día uno de sus cuadros- que abrió una empresa de artes gráficas y otro que se dedicaba al mundo de la inmobiliaria. Cuando venden un cuadro es una alegría inmensa, pero no es algo que dé para vivir. No todo el mundo es Antonio López.
No me tengo que remontar a que Cervantes nunca fue escritor. Ni a la disoluta vida de Bukowski en la que cuadra poco una vida real de cartero. Muchos escritores actuales son maravillosos y trabajan de profesores de universidad (María Dueñas), docentes en institutos (Jerónimo Tristante lo es de biología), médicos (Conan Doyle algo más lejano, lo era. Lo es Carlos Herrera), cajeros de banco (Alvite lo fue hasta la edad de la prejublación), abogados (Lorenzo Silva), letrados del Consejo de Estado (Gomá), publicistas (Ruiz Zafón) y muchos periodistas. Ser periodista no es ser escritor, la coincidencia es amplia pero no va implícito. Pero el periodismo, hasta mal pagado, es una ayuda más para sobrevivir en el mundo de las letras. Gistau, periodista de columnas magistrales, no terminó la licenciatura -dice la Wikipedia- y ha escrito tres libros. ¿Es escritor? ¿Es periodista? Pues para mí, es un genio del lenguaje, no necesito calificarlo.
Hay que tener mucha suerte, muchísima, para ser un superventas y para que la unión de ese diez por ciento que se queda el autor de cada venta de un ejemplar de para vivir. Escribir, a veces, cuesta dinero. Algunos llegan, como Pérez Reverte, como Zafón, como María Dueñas, pero son los que menos.
Lo de los fotógrafos con estudio -me sonó a bodas, bautizos, comuniones y fotos para el DNI, con todo el respeto del mundo al gremio- me hubiera hecho reír si no me hubieran pasado muchos rostros amigos por la cabeza. Grandes profesionales que a duras penas se pueden pagar autónomos como para que además del equipo tengan que sufragar los gastos de un local. Estoy segura que todos estos amigos, y otros grandes desconocidos, que se dedican a otras cosas (desde poner cafés hasta trabajar en una cadena de montaje) son tan fotógrafos como si tuvieran un estudio maravilloso en cualquier lugar de la ciudad. Ignoro si Robert Capa tuvo un lugar más allá de las trincheras, pero sé que no lo tuvo Vivian Maier, y no creo que nadie sea tan osado para decir que no fue una brillante fotógrafa y le habría venido estupendamente vivir de eso. Antoni Arissa era editor y trabajaba en una imprenta familiar y la exposición en la Fundación Telefónica en Madrid ha sido un éxito póstumo, pero un éxito.
Después de reflexionar concienzudamente tengo claro que no estoy de acuerdo con los otros, que mi primera impresión era la correcta, ojalá las personas que se dedican a la fotografía, a la pintura, a la escultura, a la literatura pudieran vivir sólo de eso, pero no están las circunstancias y a poco que se quiera comer tres veces al día y tener un techo donde cobijarse…es preciso buscarse otra actividad y eso no le quita un ápice de valor a su trabajo, es más, yo creo que lo dobla y tienen todo el derecho a poder llamarse así…si quieren.