La alegría de despertar a oscuras para disfrutar de un sol perezoso y gamberro que vuelve de una fiesta al otro lado del mundo. Me provoca tareas por hacer. Igual tengo que hacer una lista para que no se me pase ninguna:
- Reír porque los rayos hacen cosquillas en las pestañas.
- Bailar al ritmo del calor, por tenue que sea, que acaricia la piel.
- Jugar cubierta de ropa de abrigo.
- Llenarme de luz. Apurando hasta el final. Y hasta buscar la luna prendida para regodearme en ella.
- Asumir que masticarse las ojeras no es más que el precio de confiar en un día lleno de sonrisas.
- Huir de los problemas para enfrentarlos desde atrás y pillarlos desprevenidos. Taparle los ojos y dejar que adivinen quien soy.
- Ponerme en los zapatos de los demás sin quitarme los propios.
- Ronearle al atardecer.
- Trabajar con compás, de tres por cuatro quizás, sin importar hacerlo con una mano porque a la otra hay que dejarla volar (cojo la manzana, me la como y la tiro…) flamenqueando.
- Entrar de cabeza en las tempestades para no bailar a dos aguas.
- Calentarme las manos con la taza del café.
- Mecerme al son de las palabras que recuerdo.
- Buscarte al final de la calle y cuando no estés, evocarte y disfrutare. Sin dramas.
- Pasear entre flores. Y ponerme una enredada en el pelo
- Caminar por la realidad de puntillas.
- Analizar que este frío sólo es el principio de la primavera.
- Saborear los besos aunque lleguen desde monigotes amarillos.
- Trenzar frases.
- Ser un bandolero que roba cosas importantes que no se pueden tocar.
- Leer, para aprender, pero sin llevarle una manzana a la seño.
- Deshacer medicinas en cervezas.
- Fumarme las obligaciones feas.
- Ordenar, sin necesidad, los zapatos para probármelos todos como una niña robando los tacones a su madre.
- Ser valiente.
Y si se me quedan pendientes…da igual…mañana será otro día de sol.
Es el ritmo de una hamaca…el vaivén de una cuna…