En este mundo hay de todo, hasta ornitorrincos, y el sumo hacedor (inserten aquí lo que su creencia, ideología o razón acepten como propia) llenó el mundo de contrastes. Yo he llegado a leer a gente diciendo que la Alhambra les parece fea.
Hay, incluso, personas a las que no le gustan las fiestas. Estos seres participan de mi ecosistema para que se tome buena nota de que yo vivo y disfruto cada oportunidad que tengo de pasarlo bien, y eso también incluye fiestas populares, incluyendo el tenebroso y arriesgado momento de bailar el españolísimo pasodoble «Islas Canarias» en la plaza de un pueblo, pudiendo provocar todo tipo de dimes y diretes.
Antes de que la política se pusiera tan enfangada, yo soñaba con ser concejal de «Tapitas, ferias y festejos» otorgando a la tapa el lugar que en nuestra vida se merece.
(Nota al margen: ¿por qué se dice menú degustación a lo que de verdad es un menú de tapas?)
A los humanos anti fiestas les molesta el ruido, los pequeños inconvenientes de tráfico, la gente riendo, los señores que venden globos y hasta el algodón de azúcar. Supongo que estas personas jamás han ido a un concierto de rock en una plaza de toros (tenía yo una amiga que vivía al lado de la de mi ciudad y no se perdía ni uno, siempre pensé que se haría crítica musical o coordinadora de eventos), han provocado un atasco por ir a ver al Betis, o han hecho cola en un mostrador de facturación de equipaje en un tórrido día de verano. Entiendo, no obstante, que son personas que no manifiestan su alegría en la mañana de Reyes, que nunca han tenido un sobrino jugando a la pelota en la calle, que jamás han tirado petardos, que no tocan ningún instrumento musical y que no han osado ir de cervezas o copas a una terraza.
Existe un modelo que es el que más jolgorio particular me provoca, son los que aborrecen, abominan y protestan de una fiesta, pero disculpan las que a ellos les gusta. Es muy común que haya personas en Sevilla que tengan un pliego de dramas dantescos provocados por la Semana Santa y, sin embargo, les parezca que todos esos atascos, ruidos y ajetreos desaparecen para la Feria. Eso sí, vuelve el odio en cuanto llega El Rocío. Estos deben ser los mismos que dejan «un momentito» el coche en doble fila, aparcan en el lugar reservado a minusválidos o en los vados y cuando hacen una fiesta en un chalet murmuran «que se joda» si el vecino protesta. Seguro que cuando van a Dubrovnik de veraneo no se preguntan las incomodidades que le provocan a los que viven allí.
Las fiestas (como los conciertos, las verbenas, los partidos de fútbol o los ciclos de cine) provocan ajustes en las ciudades y algunas incomodidades, es cierto, a cambio mueven la economía, baja el desempleo y aumenta el turismo. Pero es que además es algo que produce risas, satisfacciones, emociones y alegrías en un buen número de personas. Es cierto que no en todas, pero «hoy por ti, mañana por mí».
Por ejemplo, yo abogo porque cada dueño de su mascota recoja sus excrementos sólidos sin tardar un segundo, pero también veo que los líquidos son imposible de recoger y esto provoca una insalubridad y mal olor tremendo, sobre todo durante el verano… ¿es la solución prohibir que los humanos tengan mascotas?. Pues mire no, me fastidio y no voy con la guillotina por las calles. Habrá otros que odien a los que tocan la guitarra, a los que les moleste los niños llorando o gritando feliz en un parque, la gente de tapas y la aglomeración en las playas. Sólo es cuestión de un poco de comprensión y más aún cuando esas pequeños fastidios ocupan tan poco tiempo en el calendario. Además reconozco que las ordenanzas municipales suelen ser bastante ecuánimes: te obligan a recoger la deposición humeante de tu can, no se hace nada para los pipis; se permite la feria, pero con un horario de casetas; se mantienen los festivales, las concentraciones de motos, los partidos de fútbol, pero con un cierto orden…etc.
Y si el odio a ver arte por las calles, ya sea de Salzillo o de la Roldana, la mujer vestida de flamenca, los trajes de fallera, el pobre de mi, la música en la calle, las cabalgatas del orgullo gay, o las colas para entrar en un museo o concierto, es superior a todas las fuerzas…un consejo: mejor que combatir al enemigo es unirse a él.
(Segunda nota al margen, a la señora candidata de Podemos en Sevilla que quiere acabar con la Semana Santa. Querida, si de mayorías va la cosa, verás cuando floristas, orfebres, fotógrafos, cereros, restauradores, bordadoras, hoteleros, dueños de bares y restaurantes, suministradores de ellos, costureras, vendedores de túnicas y capirotes, tintorerías, cofrades, devotos, voten tu propuesta…ya verás ya…)
Lo que nos gusta una fiesta…¡ay!
Una puntualización Rocío: la señora que no se define ni de izquierdas ni de derechas, sino de todo lo contrario , menos fascista «pordiós», sólo ha dicho que lo sometería a votación de la gente, no que iba a acabar con la celebración de SS.(Sólo eso).
Ya lo soltaron también los de Izquiera unida…