No hay duda que la vida nos pone a veces a porta gayola y no hay más remedio que ajustarse la taleguilla, encajarse la montera y dejar que la torería forme parte de nuestra epidermis, sudando el miedo.
Persignarse furtiva e íntimamente. Encomendarse al de Arriba, confiar en la ayuda de la cuadrilla, sabiendo que alguien, lejos, confía más en nuestra capacidad que en la suerte. Que no se desdeña.
Va por ustedes señores.
Valor y al toro.