A veces se precisa mirar atrás para entender las penas y las alegrías de hoy. Quizás sea imprescindible reconocerse en los ojos limpios de la niñez para buscar la chispa de inocencia que nos quede, en el reflejo de nuestra pupila a través del espejo. O en los ojos infantiles de los hijos. Si los hay.
Pero mirar hacia delante sin caer en la angustia ni el peso del ayer, libera el pensamiento y las ganas de ser. Lo prefiero.
Pocas oportunidades me doy para pensar demasiado. Reflexionar, solo lo mínimo. Casi nunca para remover rescoldos de ayer. Hoy trajo parte de mi pasado la niebla. En su bruma lo dejaré. Ojalá para siempre…