SOLA ANTE EL PELIGRO

Yo aprendí a leer por desconfianza. A los dos años. Pensaba que mi madre acortaba los cuentos para que me durmiera antes e intuía que me ahorraba un sinfín de palabras. Tengo que reconocer, en honor a la denostada verdad, que me gustaba mucho más cuando en vez de un libro físico -soy tan mayor que eso de los ebook no existía-, me contaba una «historia inventada» que era el tecnicismo con el que le suplicaba que dejara de lado el papel. Ahora, un montón de años más tarde, me doy cuenta de que la pobre acababa de llegar de trabajar y maldita las ganas que tendría de ponerse a inventar una historia, pero claro, de eso soy consciente cuando no tiene remedio.

Ella se sentaba a mi lado y me cogía una mano y yo la escuchaba con los ojos muy abiertos, enormes y sin miopía por entonces. No pestañeaba más que lo necesario y a veces menos. Sólo cuando ella me decía que tenía que ir al baño o que la estaban llamando sucumbía a cerrar los ojos y entonces me quedaba inmediatamente dormida. Todos los días era exactamente igual, y todos los días me creía que tenía una urgencia.

El rito del cuento lo mantuve hasta bien mayor. Sabía leer porque no me fiaba de mi madre, incluso mientras la esperaba me leía el cuento para comprobar después que no me estaba engañando, pero no quería renunciar al placer de que mi madre me acompañara un ratito antes de dormir.

De mis primeros pasos en la lectura -que fueron a la carrera- hace ya treinta y siete años. Hasta ahora he leído con incierto criterio, es decir, lo que me recomendaban, lo que me apetecía o lo que me obligaban a leer. Inciso: Se suele despotricar a menudo de los libros que los profesores de Literatura exigen que lean los alumnos. Reconozco que a veces es negativo pues te obligan a leer algo que puede ir en contra de tu gusto, pero a éste -el gusto- también se le puede educar y si comemos cosas nitrogenadas no veo porque no se puede leer «La Celestina». A mí me obligaron a leer «El Camino» de Delibes y es sin duda mi libro favorito, el primero de muchos, pero el que encabeza la lista es éste.

He leído de todo en estos años, claro. Tuve una época en la que el teatro de Mihura, Jardiel Poncela, y los Quintero era mi lectura favorita. El teatro tiene pocos adoradores lectores, no así intérpretes y público, pero a mí me apasionaba (y lo sigue haciendo). Mención especial para «La venganza de D. Mendo». Pasé por la poesía clásica y romántica como correspondía por edad y revuelo de hormonas, muriendo de amor entre Bécquer, Cernuda, Machado, Miguel Hernández, Montesinos, Juan Ramón… Pero mi alimento básico han sido los cuentos, los artículos y las novelas, desde edulcoradas hasta sangrientas, del realismo mágico a los asesinos en serie.

Había un género que jamás me llamó la atención, reconozco, yo nunca había leído ensayo. Se me atragantaba. Comprendo que los que de verdad saben y entienden, las personas de gran cultura es lo que prefieren, pero a mí se me hacía denso. Ahora estoy leyendo mi primer ensayo, que es algo que recordaré como mi primer beso, toda la vida. Leo «Libros Peligrosos» de Juan Tallón, yo esperaba una novela ingeniosa y de ritmo perfecto, pero me encontré un ensayo y fue como perder la virginidad. Me dejé de llevar de cabeza, sin meditar pero con la persona adecuada -siempre es la persona adecuada, porque lo es en ese instante-.

Cuando a los pocos días de comenzar a venderse vi que había otras personas que lo habían terminado, me sorprendí, soy incapaz de avanzar con fluidez porque necesito repasar cada uno de los párrafos. Interiorizo literatura. Es un libro de texto imposible de resumir. Cada uno de esos libros peligrosos que no he leído -casi todos- me resulta una obra de arte desde los ojos escritos del autor, y cuando he leído alguno de ellos me sonrío si me reconozco en su opinión de experto y me avergüenzo si no he sentido alguno de los matices que me exponen -me gritan- desde sus páginas.

La lista de Tallón no es mi lista, ni siquiera sé si sería capaz de hacer una, pero me gusta saber lo que hay detrás de los años de lectura de los demás. También me gusta que me razonen el porqué de su sitio entre los elegidos, si cada libro tiene que estar ahí, quiero saber sus bondades y sus defectos, su particularidad, su «peligro» y el autor lo hace. Reconozco que me ha maravillado la manera de hilar un libro con otro, es impresionante. Sólo por esto merece la pena leer el libro y eso que la portada y el álbum de fotos que añade es, también, más que suficiente.

Me queda poco para terminarlo, pero tenía que comentarlo antes porque me urgía dar las gracias a quien me lo regaló (Gracias, muchas, miles) y porque estoy orgullosa de mí por adentrarme a literatura «seria», subrayando (me sigue costando) y aprendiendo mucho…despacio, sólo he tardado treinta y siete años, no vaya a precipitarme ahora…

 

TALLON

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