ADN NACIONAL

Dijo el recién jubilado Alfonso Guerra, hombre de inteligencia innegable, que a «España no la iba a conocer ni la madre que la parió». Discrepo. Este país lleva siendo nido de trileros, bandoleros y pícaros desde que hay referencias. Todavía creo que las pintadas rupestres de la cueva de Altamira pueden llegar a ser un código de como un bendito habitante de aquellas tierras intentaba timar al de al lado. Nos va la vida en ello. Está en el adn.

En un bucle infinito, en un tirabuzón nacional, si eres un humilde habitante que ni tima, ni defrauda, y te acoges a la legalidad, entonces eres tildado de pavo, tonto, inútil y hasta te mereces todo lo que te pase por no saberte defender de lo que está establecido, porque como todo el mundo sabe las leyes están para desobedecerlas. Y si esas leyes tienen que ver con Hacienda (que cada vez somos menos) muchísimo mejor.

Es cierto que hemos sido, en pasado, el país del «voto a bríos», de la Inquisición, de los férreos valores, pero a poco que se escarbe en aquellos que eran paladines de todas y cada una de esas contiendas contra el mal, acaba saliendo un corrupto. Alguien que repartía moral con una mano para saltarse la ley a la torera con la otra. Y he tenido mucho cuidado de no decir si la mano del «mal» es la derecha o la izquierda.

Generalizar es un peligro, lo sé, me he pasado casi toda mi vida huyendo de creer que las personas entraban en sacos y en etiquetas, aún me revuelvo con genio cuando intentan pincharme una de esas etiquetas o pretenden que entre en una definición. Yo sólo acepto ser la oveja negra de cualquier grupo. Pero reconozco que  yo he sido un alma cándida que se ha pasado treinta y muchos años pensando que dentro de los políticos y sus afines había más buenos que malos. La realidad se ha encargado de demostrarme que estaba equivocada. Lo hace día a día.

Entonces es cuando me acuerdo de la de veces que he rebatido los «todos son iguales», tendría que emplear varios meses en jornadas de doce horas para pedir perdón a todos aquellos a los que les dije que estaban equivocados. Está claro que el dinero hace extraños compañeros de cama y que las siglas de los partidos se olvidan cuando enfrente está el símbolo del euro.

Me apena pensar que todo el que ha estado en oportunidad de defraudar o malversar lo ha hecho y si no existía la opción, la han inventado. Empiezo a creer que no ha habido ni una licitación honrada, ni un puesto de trabajo público que no haya tenido detrás una toma de tierra, que se hayan creado organismos para absorber fondos de la  Unión Europea o subvenciones que iban a otras cuestiones menos personales que la lencería de la amante de turno.

Y si no es cuestión de adn no logro entender con que impunidad se puede estar pidiéndole a un país o a una comunidad autónoma que se ajuste el cinturón, que paguemos los excesos de tiempos mejores, que estamos al borde del abismo, cuando esos excesos de verdad los cometieron ellos y los han seguido cometiendo mientras el españolito medio no hacía más que asfixiarse…o buscar la manera de trabajar en B, defraudar al fisco, o inventar alguna historia para poder sobrevivir. Desde luego no comprendo con que derroche de vergüenza pueden venir a pedirnos explicaciones los que se saltan la ley a la vez que la imponen.

Las leyes en España acabarán siendo lo que más no separe, las famosas dos Españas estarán divididas por los que crean e incumplen las leyes, y los que las soportan. Si, soportan como el IVA. Estamos asistiendo a nacionalismos que buscan leyes a medida, como los trajes, y mientras ellos van vestidos por su sastre nos piden a los demás que rebusquemos en los montones de saldo. Fiscalías que miran a otra parte, o sólo a una. Jueces que van contra el mundo (con lentitud de caracol) y jueces con exceso de empatía. Diputados y senadores evitando dar explicaciones de sus gastos…

Y mientras asistimos a mapas de la corrupción con cierta rabia quieta, con desolación y sin esperanzas de cambio, el español cae en partidos políticos que con cantos de sirena intenta hacer creer que cuando ellos lleguen todo irá mejor, y otros se devanan los sesos intentando encontrar a quien votar ya sea eligiendo partido como mal menor o tragando bilis y pidiendo una amnesia parcial que le haga olvidar en cuántas cosas le han defraudado.

Yo creo que mi voto es importante, igual luego tengo que tragarme también este razonamiento, pero creo que si no lo valoro yo menos lo van a valorar ellos, a los que le entrego nada más y nada menos que mi vida y la de los míos, pues legislan las pequeñas cosas y  las grandes cifras. No voy a regalarlo. No creo que sea beneficioso votar por miedo o por descarte. Sé que nuestra ley electoral es injusta y que ninguno del que llegue la va a cambiar, porque sería dispararse en el pie o en la cartera, pero por una vez no voy a ser un alma cándida. A ver cuanto me dura…

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