JÁLOGÜIN

Va llegando finales de Octubre y empieza la pugna de todos los años. No es en realidad algo de toda la vida, como esos señores de apellidos largos que se unen además con un guion, es una dicotomía que lleva apareciendo desde hace diez o doce. La ventaja es que se da durante poco más de un mes, y pese a que la lucha va a más, supongo que nos libraremos de que sea recurrente en otras épocas del año, como la batalla campal sobre la cebolla en la tortilla española o de patatas. Me apresuro a decir que a mí me es indiferente que haya cebolla dentro de mi tortilla, lo que de verdad me parece un placer de dioses es no tener que haberla cocinado yo. Me conformo con poco.

La lucha que nos ocupa no es la de clases, es la de Halloween vs Todos los Santos. Si me gustara el boxeo tendría alguna comparativa para añadir ahora, pero seguro que lío épocas y al final pongo combates cronológicamente imposibles. Mejor paso al terreno futbolístico que es lo mío y lo convierto en un clásico, en un Real Madrid Barcelona. Aunque eso significaría que me decanto por alguno de los dos bandos en guerra (mi corazón blanco impediría otro razonamiento) y yo ante esto, me quedo con un empate.

Creo que no son incompatibles. Se pueden trepanar calabazas y comer buñuelos de viento, ver a Don Juan Tenorio y a una fiesta de disfraces, pasar un ratito en recuerdo de los que ya no están y brindar por ellos, decorar un domicilio y visitar con flores los cementerios. Yo, personalmente, no voy nunca a los cementerios en esta época, ni en ninguna otra -salvo que lo haga por turismo porque algunos son verdaderas joyas-, desde mi creencia lo que ahí queda es el envase de lo que fue alguien que quise, lo importante es el alma y ese ya no se queda en ataúdes ni tumbas, pero respeto muchísimo a quien opina todo lo contario.

Soy partidaria del mestizaje, de la globalización y de la unión de culturas. Para mi gusto es más bonita la fiesta de Acción de Gracias, pero comprendo que para niños y mayores marchosos es mucho más divertido Halloween. También me gusta mucho como se celebra la Fiesta de los Muertos en Méjico, con su fiesta, su baile y su comida en los cementerios. No veo la tragedia de unir las dos fiestas, de verdad, las castañas y las calabazas hacen buena pareja.

También tengo que añadir que es que a mí me gusta mucho disfrazarme y a mis pequeñas infantas también, siendo incluso imprescindible la solicitud de un disfraz dentro de su carta a los Reyes Magos, año tras año. Hemos tenido de todos los habidos y por haber y más de una vez a mi mesa se ha sentado Campanilla y Julieta a comerse a regañadientes unas lentejas.

Igual es porque algo de sangre gaditana corre por mis venas, y el Carnaval deja su impronta en el adn,  pero yo disfruto convirtiéndome en otra persona, en algún personaje, hasta en una cosa. Lo que está claro es que nunca me he disfrazado como un mamarracho – «ponte cualquier cosa»- que yo siempre he sido muy cuidadosa eligiendo o confeccionando mis disfraces, ya fuera para carnavales o para hacer cosplay (que es disfrazarse de algún personaje de cómic o manga para algún salón del Comic, normalmente). Ahora que lo pienso nunca me he disfrazado en Halloween, voy a tener que buscar remedio. Este año no me da tiempo.

A mí me encanta ver las casas estadounidenses decoradas con tanta dedicación, no es sólo cosas de las películas, me gusta que los niños vayan juntos o con sus padres a conocer a sus vecinos, que se hagan tarjetas para desear un terrorífico Halloween y tengan su noche especial. Mis hijas en el colegio han tenido (la pequeña aún lo tiene) un profesor que les hace recorridos de miedo, cada año diferente, en los que participan todos los cursos. Vuelven roncas de tanto gritar, además la actividad es en inglés está en su contexto. Ellas disfrutan muchísimo y eso no impide que lo hagan también de nuestra tradición por añadidura.

No está de más reconocer que me encantan los universos imaginados de Tim Burton, por ejemplo, o las ilustraciones de Victoria Frances…aunque la que más me gusta es Lenore, una niña de un maravilloso comic de Roman Dirge, ella es una pequeña niña embalsamada que resucita, con sus gusanitos y todo. Es pura ternura. Por cosas como estas me llaman algunas amigas «la niña de los muertitos».

Creo que parte del problema y de que haya tantos detractores es porque la mayoría no lo hace bien y queda una fiesta cutre, de todo a cien, y no es cuestión de dinero, es cuestión de ganas y de imaginación. Sin interés queda fea la Navidad o una cena de fin de curso.

Yo el próximo disfraz que quiero lo tengo muy claro. Quiero disfrazarme de amazona victoriana, con sombrero de copa con redecilla y sobre todo, con fusta.

 

 

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