Mi madre no me perdona el día que, con tres o cuatro años de edad, le dije : «Mamá, antiguamente, en tiempos de Franco…» Debía ser 1978, pero para mí ya era tan historia lejana como los Reyes Católicos. Ella pensó que le estaba llamando vieja, la pobre, que todavía no tenía ni treinta años. Así es el tiempo, relativo en base a nuestras propias vivencias porque queramos o no, la referencia sigue siendo nosotros, la historia la relativizamos a nuestra existencia.
Mi hija pequeña -debe ser que de casta le viene al galgo- para contemporizar lo que a ella le parece lejano me suele decir: «Mamá, antiguamente, cuando había discos de vinilo…» Es un golpe bajo, no sé si ella es consciente. Por desgracia no los conoce en casa porque después de tantas mudanzas e inevitables cambios de vida, ahora ocupan más espacio las Monster High que los vinilos, pero están en alguna caja porque hay sentimientos hechos objeto que no se pueden evitar.
Mi primer vinilo fue un regalo, no era un LP, era sólo un single. Creo que se puede entender parte de lo que soy, ese lado azucarado y remozado en almíbar, sabiendo que me comí un trozo. Según cuentan las leyendas familiares, me gustaba tanto que le di un mordisco, la realidad es que le falta un trozo, así que igual fue por emoción, pero también veo factible que fuera por hambre. El single me lo regaló uno de mis tíos abuelos porque le hacía mucha gracia encontrarme por las escaleras siempre cantando lo mismo, fue la canción que España llevó a Eurovisión en 1977, así que yo tenía año y medio, lo digo para disculparme un poco de lo del bocado. «Enséñame a cantar» de Micky y los Tonys, todo un hit que yo cantaba a voz en grito. Ya… Lo sé.
Después de eso me centré en Los Payasos de la Tele, cuenta mi madre que el día que vi a Fofó y éste me dio así en la cabeza, entre la caricia y el saludo, como hacen los señores mayores, me quedé impresionada como si Dios Padre hubiera bajado desde el cielo después de abrirlo. También en Enrique y Ana, como me correspondía por edad, bueno, y en Teresa Rabal, que no tengo claro si era beneficioso para la salud mental de los niños, pero ahí lo dejo. En esa época, Enrique y Ana versionaron una canción de Jeanette, «Cállate niña», me recuerdo escondida en la despensa de casa llorando amargamente por esa niña que se quedaba sin madre, para mí era un drama horrible, mi madre era mi mundo y yo, empática por naturaleza, me ponía en su lugar y acababa destrozada. Me queda poco para los treinta y nueve y todavía no puedo escuchar la canción, en ninguna de sus versiones, así son los traumas infantiles. Seré sincera, un día, embarazada de mi hija pequeña la puso mi marido incapaz de creer que aún estuviera impactada por la canción. Cuando me vio llorar la quitó. En castigo tuvo que consolarme.
Mucho más mayor, con cuatro años, era fan de Los Pecos. De los dos, nada del rubio o del moreno. Cuentan que me sabía todas sus canciones, pero yo no me acuerdo de ninguna, sólo recuerdo que cuando iba con mi madre a las excursiones del colegio donde daba clases, con las niñas de Formación Profesional, me ponían a cantar en medio de todas ellas y luego cantaban todas conmigo. Me da pena no acordarme de ninguna de ellas, sólo me acuerdo de «Háblame de ti», pero creo que es porque es la que más se ha repetido en la posteridad de programas de refritos musicales. Todavía hoy me encuentro a unas señoras por la calle cuando voy con mi madre y me recuerdan como la niña que cantaba Los Pecos…
Siempre he oído todo tipo de música, y puedo hilar recuerdos por canciones. La siguiente vez que fui fan incondicional fue de los «Hombres G». Ahí ya sí que era lo que hoy se dice una preadolescente, ya no tiene tanta gracia, era lo que se esperaba de mí y mis once años, así fuimos todas, con pantalones tobilleros muertas de amor por David Summers. Eso sí, el primer vinilo que me compré con mi paga fue de un pelirrojo pequeñito, de las antípodas, al que le salía una voz enorme no se sabía muy bien de donde…Rick Astley, pero eso como dice mi hija fue hace mucho tiempo…antiguamente.