DESEO EN EL TIEMPO

Llegó como por encargo, porque tan perfecto sólo podía ser elegido por catálogo, pero no fue así y  eso no le quitaba ni un ápice de valor y de amor. Se le esperaba tanto o más que si hubiera llegado por un cauce natural. Por mucho que dijeran lo contrario, se puede amar sin conocer, sin saber. Se ama a una idea romántica y se adora lo que representa ese amor, pero subyace algo más terrenal y mundano, algo físico como un abrazo. Se quiere sin haberse visto nunca, sin tener el frente a frente, sin rozarse aun. Incluso si es amor unidireccional de callejón sin salida. Se ama como si se quiera abarcar al horizonte, desde una lejanía imposible e inmaterial.

Va naciendo poco a poco la esperanza de tenerse, se fantasea con la primera vez en que se contemplen y se imaginan mil reacciones para acabar convencido de que no se sabe a ciencia cierta cuál se va a adoptar. El laberinto emocional es desconocido, incluso de nuestro propio yo, es un instante parecido a cuando te sorprendes de tu nuevo corte de pelo al mirarte al espejo tras olvidar que pasaste por la peluquería. Eres tú, lo sabes, pero no te has reconocido. En la emoción sucede igual. Cuando piensas que vas a llorar, surge la paralización. Cuando piensas que las risas y la felicidad te harán dar saltos de alegría, acabas conmovido en una esquina con pacíficas gotas derrapando por el rostro. Quién sabe cómo se va a reaccionar después de tanto soñarlo.

Comienzan a llegar fotos, se conoce su imagen y ya la realidad se queda obsoleta, el futuro tiene más premura. El tiempo se hace eterno y llega otra foto para ilustrar un sueño. Ya se va tarde, el conejo de Alicia tenía razón. Es tal el anhelo, la añoranza de lo amado pero desconocido,  que se les enseñan esas imágenes a los más allegados porque necesitas que esa presión vaya bajando y al compartir ese deseo parece que se va haciendo más cercano, más real. Pero entra miedo por precipitación de acontecimientos,  si al final no pueden estar frente a frente, si algo se tuerce, además del fracaso tendrán que darse explicaciones. No podría soportarlo.

Aunque nadie lo entienda está ese pequeño placer ahí, el del momento anterior a la primera mirada.  Ese nervio previo, que no existe cuando sabes de antemano que vas a ganar un premio literario millonario, esa feliz angustia es lo que hace que todo vaya cobrando perfil de realidad. Ya es físico porque el nudo está en el estómago, la palpitación en la sien, porque la respiración se descompasa como un mal bailarín que insiste en destrozar los pies de su pareja.

Y de repente todo se desencadena por un mensaje, por una llamada, y nace la prisa. La urgencia se queda corta. Ya no queda nada. Por fin llega el momento. Ya estaba frente a frente y no es como  había pensado, es mucho mejor, distinto y diferente. Es un momento único que la emoción impide recordar a la perfección quizás porque no hay humano que pueda vivir algo así muy a menudo, ni siquiera en el terreno inmaterial de los recuerdos.

Pero llegó, se acomodó y estuve mirándolo no sé el tiempo, me embobé. Extasiada, feliz y satisfecha a la vez, consciente de que los sueños se hacen realidad, de que al final, sólo es cuestión de paciencia y de perseverar. Agradecida, sin duda,a quien prestó su apoyo e incluso algo más que eso. Algo más de tres años después de tomar la decisión, pese a que hubo momentos en los que palideció la verde esperanza, sin haber dejado ni un solo instante de desearlo en silencio, al final se había hecho realidad.

Esta mañana al despertar, cuando he sido consciente del mundo en el que vivía, he corrido a comprobar si no lo había soñado otra vez más. Pero estaba ahí, esperándome, mi nuevo escritorio. Ahora todo puede comenzar.

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