AMOR

De repente todo olía a amor, ni era primavera ni estaban los cerezos en flor. Estaba en el aire, como lo cantaba sin complejos John Paul Young, y era un placer dejarse arrastrar por historias de final feliz y sentimientos a flor de piel. Pero yo no conseguía dejarme llevar del todo, había un cierto ancla emocional que no me dejaba avanzar y conmoverme con la facilidad que siempre me ocurre. Era raro.

El amor siempre está presente en cada latido de la vida, pero ahora se palpaba, se verbalizaba sin problemas. Era imposible no dejarse llevar y no formar parte de la vorágine, pero por una vez en la vida sólo me cabía el silencio. No era capaz de formar parte de esa fiesta del amor, exponer mi pensamiento, mi experiencia, y no sabía por qué. Me quedé asustada y empecé a darle vueltas a mis reticencias.

La reflexión no fue ni superficial ni vacía. Tampoco fue rápida. Pocas veces he reflexionado tanto una idea y menos del amor. Es algo tan intangible y etéreo que es imposible de abarcar. Ahora lo pienso y no sé qué me sucedió para afanarme tanto en algo de lo que siempre he hablado sin problemas, he escrito y he bromeado. Quien no lo ha hecho… Me daba angustia precipitarme en mis conclusiones, me tuve miedo. Si lo que descubría no me gustaba o era insuficiente no sabía como aceptarlo, si marcaría mi día a día o si podría olvidarlo todo.

A lo que me negaba era a exponer definiciones de Cohelo ni a dar por extrapolable mi propia experiencia. Ese fue el principio. La primera piedra de mi reflexión. Creo que no se puede definir el amor por la subjetividad que conlleva. Mi manera de amar ni siquiera es igual que la de mi marido. Ninguno ama más que otro, sólo ama cada uno a su manera. No puedo admitir una única verdad en algo tan personal. Ni escritores, ni poetas, ni siquiera esas personas que creo que son de una inteligencia casi absoluta, aquellos a quien admiro. Todo lo más, me atrevería a decir que es la conjunción de dos subjetividades que son capaces de ponerse al unísono, sin perder la individualidad. Y esto también sirve para jugar al tenis. Además no siempre el amor es correspondido. Mi teoría hacía aguas.

Pensé en mi experiencia personal, toda mi vida amorosa llevada a mi presente: el amor platónico bordeando la infancia, el primer beso furtivo o consentido, el primer desamor -que enseña y hace crecer más que todos los besos del mundo-, el primer paso hacia delante, la primera infidelidad -sufrida o provocada-, la primera locura…y entre sonrisas y escalofríos fui capaz de tener una visión de lo que para mí era el amor.

Ya me adentraba en la noche y por fin tenía un concepto claro, pero propio. Podía opinar y podía establecer mi teoría. Me dispuse a debatir del amor, del sexo, incluso de la diferencia en las maneras de amar según el momento. Y me entró un ataque de pudor. Fui incapaz de hablar de algo tan íntimo, me siento querida y amada, pero hay cosas de las que no puedo presumir, al menos no en público. Me resulta incómodo y hasta de mala educación, como alardear de un don o de dinero, a fin de cuentas el amor es mucho más grande que todo eso. Tampoco puedo hacerlo de sexo ni voy a «partirme la camisa» diciendo que soy que soy mejor amiga que nadie.

Por supuesto no me creo que estos sabios de amor nunca han tenido una disputa, una desilusión o una mala racha. Incluso varios desamores o ilusiones fallidas. Tampoco creo que ellos son los que mejor quieren el mundo, quizás son los que mejor saben contarlo, eso no lo discuto, y es agradable conocerlo. Eso sí, prefiero alguien que habla con sus sentencias que usando palabras usadas y me da igual que sean versos que citas ilustres.

Yo tengo mis anécdotas, los pasos que me han llevado hasta hoy, mi experiencia personalísima, como cada uno de nosotros tiene la suya. Yo no soy ni más ni menos, nadie lo es en este tema, no hay escalas. He dirigido mi vida en función del amor por encima de todas las cosas, pero salvo entre amigos -con café o copa por medio- yo no voy a presumir ni  a exponerme como en una vitrina. Me sentiría violenta y ridícula, a quien debe llenarle le llena, eso es suficiente. Incierto, no es suficiente, es grandioso. Esa es la magia, la grandeza de amar y ser amado, con quince años o con ochenta, con sexo tórrido o cariño pacífico.

Hay que pararse a pensar más a menudo todo lo bueno que hemos hecho por amor y  también repasar todo lo que hemos recibido y así ser conscientes de que somos muchos más extraordinarios de lo que pensamos. Todos tenemos a nuestras espaldas bellas historias de amor. Y todas dignas de escribirse…

 

 

Deja un comentario si te apetece por fi

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s