Por aquello de la sangre castrense que corre por mis venas, por la educación recibida y por la reflexión adulta creo que «la muerte no es el final». Incluso con menos maquillaje que Jennifer Love Hewitt, (y menos delantera, para qué engañarme) puedo incluso plantearme que puede ser cierto que hay un tiempo entre el más allá y el más acá. Quizá sea por eso que no me da miedo hablar de ella. La primera entrada de este blog, -de eso hace mucho tiempo-, versaba justo sobre mi propia muerte y mi epitafio. Perdonen que no me autocite, adjunte enlace, o algo similar, pero me da pudor. Así que es algo que no considero tabú. En realidad tengo pocos tabúes, lo que tampoco sé si es bueno del todo.
Que pueda hablar con naturalidad de temas que a otros les dan yuyu no me hace insensible al dolor. No disfruto con un placer estrafalario imaginando muertes ajenas. Bueno, a veces para escribir sí, lo reconozco. Ya lo dicen en Castle, sólo los escritores y los asesinos buscan el asesinato perfecto, y yo muchas veces me he visto imaginando diferentes crímenes y emborronando notas en el aire de cómo lo escribiría. Pocas veces han pasado al papel o al teclado. No hay que dejar pistas…o será porque no soy escritora sólo juntaletras.
Pero igual que de pequeña quería que toda la gente que adoraba viviera en el mismo sitio que yo, me gusta pensar que los que quiero son eternos. Es una tontería y me engaño, pero aunque crea que hay una vida mejor al otro lado y esto me consuele más que nada, no disfruto pensando que alguno de los míos no estará. En realidad no me hace feliz pensar que alguien muere, vamos, lo lógico en cualquier persona normal.
Sin embargo, cuando se dan los momentos adecuados, sí que bromeo con ello. Incluso tuve una gran idea para un gran tanatorio-cementerio-bingo. Recuerdo que le un día mi madre estaba subida en una escalera y resbaló y soltó un rotundo taco y un «que me mato», y mientras le sujetaba la escalera le dije que si había pagado el seguro y la hipoteca estaba pagada. La retahíla de improperios estuvo bien, pero nos reímos más todavía. Como no le gusta la leche, ni los yogures, siempre me meto con ella diciéndole que cuando la ingresen en el hospital va a ser una vieja coñazo porque allí todo se soluciona con un yogurt y el desayuno siempre es leche. La retahíla vuelve y seguimos riendo.
Pues bien, además de todo esto mi madre no se puede morir porque me tiene anunciada dos tortas. Las frases que más he oído en mi vida han sido «ponte derecha», «no te muerdas» (cuando me pongo muy nerviosa me muerdo la cara interior de las mejillas o los labios), «baja esa música» y «te voy a dar dos tortas». Así con preaviso, esas dos tortas han sobrevolado mi infancia, mi adolescencia, y todavía algún día me amenaza con que me las va a dar. Entonces es cuando entre carcajadas le digo que a ver si es verdad y me las da ya.
Mi madre nunca me puso la mano encima, ni me dio un pellizco de esos de cállate que te voy a matar, que no es un pellizco pequeño, es grande pero un poquito retorcido, donde pille porque es con disimulo. Y mira que comprendo ese pellizco es a veces necesario. Ella me miraba. Con eso tenía yo para estar asustada una temporada y porque si no reaccionaba a tiempo, me arriesgaba a la sentencia de un castigo, porque era implacable con sus decisiones. Me alegro más que nada de esa disciplina, aunque en su momento no la entendía demasiado.
A ella no le hizo falta sacar la zapatilla (babucha) ni para tirármela de lejos ni para darme de cerca «y así que no me duela ni la mano», que decía una señora a voz en grito un día que yo iba por Granada. El niño debía ser tremendo porque pese a las amenazas se retorcía como una anguila. Tampoco me dio nunca ese guantazo sin fuerza, a donde caiga, que se suele dar desde el asiento delantero del coche hacia atrás. Quizás porque en mi asiento de atrás no había nadie con quien pelearse. O porque era aburrida, o buena, o quien sabe…
La cuestión es que mi madre no puede morirse…y casi que si es la excusa, prefiero que no me de las dos tortas…
¡ como me ha gustado esta entrada dedicada a la gran mami !