Nueva York 1920.
Columbus Circle.
El 17 de Enero entraba en vigor la Ley seca y fue el año en el que las mujeres blancas pudieron ejercer su derecho al voto.
Pasos agigantados con retroceso y falta de embriaguez.
Imagino al conductor del carruaje quitándose el frío a base de algún destilado casero perforador de estómagos endebles. Dentro un señor, no, una pareja de adinerados blancos camino de un club. Quizá con destino a Harlem, a la inauguración del Cotton Club, también en 1920.
Juntos, sofisticados y elegantes, derrochando brillo de diamantes y tacto de pieles, paseando en carruaje por la orilla de Central Park para disfrutar de una velada de champaña, música de jazz y glamour.
Puede que ella fuera una muñeca encantadora que por fin había pescado un anillo o quizás él fuera un afortunado mafioso que se quedó con el bombón del momento pegado justo en el costado contrario donde dormía la pistola. Pero esa noche, con el ruido de los cascos del caballo al compás de sus corazones, se amaban más que nunca, aunque sólo fuera hasta el amanecer…