Resulta que hay una presentadora de televisión, de la que yo no sabía absolutamente nada, que ha engordado. Busqué su antes y su después en un viceversa de los anuncios de Power nosequé o Total Fitness nosecuantos. Pues sí, la chica ha engordado y además en la foto que he encontrado lleva unos tirantes que tampoco le favorecen en exceso, para mi gusto. Por lo visto se fue a no sé qué pasarela llena de mujeres delgadísimas y se notaba más. Bueno. ¿Y?
Parece ser que hay una foto de la Reina, la de ahora, la prêt à porter/Inditex, que parece que ha salido de Proyecto Hombre y a falta del trabajo que tiene, en caso de apuro republicano-tricolor puede ofertarse como esqueleto en la Facultad de Medicina de la Complutense. Busco la foto, la encuentro, me da cierto repelús, sobre todo los brazos y los hombros.
Me cuentan que Sara, la madre, la «periodista deportiva» de los ojos verdes tiene una cicatriz. Es cierto que cicatriz tiene y no es bonita, ella se hace la foto para apoyar a la primera, a la otra presentadora que ahora sé que se llama Tania, pero en las fotos sale de espaldas o de medio lado con una postura un poco de pena penita pena. Pues no tengo claro si eso es apoyo, autobombo o mano al cuello. Debato.
No me da el tiempo para seguir tanta novedad y voy siempre a rebufo. Luego no me da tiempo a opinar en tiempo y forma, que para eso hemos venido. Para eso y para protestar, aunque en la protesta siempre subyace la opinión, la contraria, claro.
Si Tania ha engordado, sea por lo que sea, no creo que eso afecte a su calidad como presentadora, salvo que estemos en un momento en el que la estética supere a la profesionalidad. ¡Ah! ¡Ya! ¡Acabáramos! Entonces la pobre chica lo lleva claro, tiene que asumir que ya no hay hueco para ella y además plantearse que estaba en su puesto por su cuerpo y que no era tan buena profesional. Vaya trago. Lo que no comprendo es por qué hay que someterla a escarnio público. ¿Se es menos persona por engordar?
La monarca, que no monárquica, es comidilla -en diminutivo por su poca cantidad real- de varias cabeceras de la prensa extranjera donde se dice sin tabúes y sin censuras previas que tiene un trastorno de la alimentación. Lo tiene. Seguro. Severo. Y cierta adicción a la cirugía estética, supongo que para equilibrar los estragos que deja la extrema delgadez. Por eso lleva extensiones en el pelo. ¿Se es menos persona por rozar la inanición?
Para rematar otra presentadora se enamoró de un vestido, fue a primera vista y no se lo pudo comprar porque el diseñador le dijo que no le estaría bien. Ella que no se tenía por rellenita, y no lo está, se encontró con un drama muy habitual «aquí no hay talla para ti». Y lo contó ofendida. Bienvenida al mundo real.
Esto de los kilos se nos está yendo de las manos. Y lo digo yo, que me todos los días me subo a la báscula previa intimidación, que me falta desprenderme de algún miembro u órgano vital con tal de ver una cifra más baja en su luminoso y que cuando no me dice los números que espero, como si fuera la combinación ganadora del Euromillón, le maldigo como una bruja posesa e iracunda, Maléfica a mi lado es una novata de primero de hechicería.
No creo que haya que pedir perdón públicamente por nuestro físico. No me parece que tenga que condicionar nuestra vida sentimental, social o emocional. Ni se la tenemos que condicionar a nadie más allá del comentario superfluo que los hay, pero por su propia idiosincrasia son inocuos. Tania está estupenda, nuestra realeza está escueta, la de los ojos verdes tiene una cicatriz, Carme no tiene vestido y yo esta mañana he insultado a mi peso. Todo en orden. Vayan pasando los siguientes temas.