SANGRE CON VOZ

Ayer entré en una discrepancia tuitera que es más o menos una conversación dispar a pie de barra, de rellano o de orilla de la playa.

Muchas veces me pregunto si es necesario mostrar la discordancia de opinión al ver pasar el tuit de alguien. Pero aquí hemos venido a participar, me digo. Lo otro es aplauso y vanidad. Existe una palabra en Sevilla que lo define aunque nadie me dice de donde viene y tampoco se ponen de acuerdo si lleva o no hache inicial que es: ojana. La ojana, según he intentando descifrar y puedo equivocarme, es alabar a alguien -con o sin razón- de manera continuada o exagerada… Pues cuando alguien sentencia en tuiter se expone a que se lo rebatan más que a la ojana.

La ojana no debe confundirse con Ohana, que en la cultura hawaiana -como nos enseñaron Lilo y Stich- significa familia, familia siempre unida. La diferencia es que los hawaianos consideran familia a los que nunca te abandonan ni te olvidan, y dentro de este grupo están los parientes de sangre, los adoptados y los intencionales. Los intencionales.

Ahí es donde yo quería llegar, a la Ohana, y ahí es donde surgió la discrepancia. Decían -con todo el derecho del mundo- que la llamada de la sangre es más fuerte que cualquier otra amistad y yo no puedo estar a favor de que existan glóbulos rojos gritones porque la vida real me demuestra a cada paso que no es cierto.

Pongamos por caso matrimonios que cumplen sus bodas de oro, amándose, acompañándose y hasta discutiendo. Cincuenta años ligados dos extraños, sin sangre de por medio. ¿Es menos amor que a un primo hermano que ves en bodas y entierros? Lo dudo. Ante una decisión drástica creo que es fácil suponer por quien se decantarían.

Hablemos de hermanos que no se hablan e incluso que no se conocen, que jamás estuvieron juntos por circunstancias de la vida, que no es algo tan extraordinario como muchos quieren ver, son sangre frente a sangre. Familias enfrentadas por una herencia o que se dejan de seguir la pista por la distancia, por los azares de la vida…

Hablemos de hijos adoptados que se les ama más que a la propia vida, que se les quiere igual que a hijos que durmieron en el vientre tras la unión de hombre y mujer (desconocidos)…porque no me puedo creer que  me estén insinuando que no se les quiere igual a un hijo adoptado que a uno biológico. Y si me están queriendo decir eso, mi sangre no vocifera, pero arde, hierve y se rebela.

Hablemos de padres que nunca se hicieron cargo de sus hijos por desconocimiento o en plenas facultades mentales. Hijos naturales o sólo reconocidos hay muchos y la mayoría de las veces ni buscan ni son buscados. ¿Acaso la llamada de la sangre consta más que quien pasa la tosferina a tu lado dándote la mano?

Y las madres que dejaron a sus hijos en adopción, quizás con todo el dolor del mundo, igual no lo olvidan jamás, pero puede que se sienten junto a su hijo en el autobús una mañana, y entonces qué, ¿los hematocritos se ponen a vociferar? No, no pasa nada, son dos desconocidos. No se aman, no hay llamada de la sangre. Eso queda para los libros de Corín Tellado.

Dice el refranero español que «el roce hace el cariño» y lo tomo como premisa. Yo tengo amigas desde mi infancia que quiero muchísimo más que a parientes cercanos con los que tengo lazos de sangre, tanto como para hacerles padrinos de mis hijos por encima de mis familiares. He tenido vecinas que me han echado una mano antes que familiares y yo a ellas. Es más, he visto a gente llorar por su animal de compañía fallecido más que por un tío, con toda la razón del mundo, porque el que acompaña, está a tu lado día a día y te demuestra su cariño es el perro o el gato y no un señor que ya a duras penas encuentras en Navidad.

A la orden del día están las mujeres homosexuales o solteras que se someten a una inseminación in vitro de un donante anónimo, de esperma o de esperma y óvulo. ¿Le puede decir alguien a esas madres que no quieren igual a sus hijos porque no son su sangre? Yo me ofendería bastante si fuera mi caso. Incluso, sin ser mi caso, se me revuelve algo en mi interior con la simple insinuación. Aprovecho para decir lo injusto que es para los hombres homosexuales que no tienen esa facilidad de formar una familia como la tienen las mujeres.

Antiguamente, las personas con muchos hijos y poco poder adquisitivo les dejaban a otras mujeres algún hijo que se los criara, sobre todo si éstas no podían tener hijos. No creo que esta mujer tuviera presente que no era su sangre a la hora de cuidarlo durante unas anginas. No lo creo. De la misma manera que no creo que la señora que parió a ese hijo note como una llamada tipo Batman avisándole que alguien de su sangre está enfermo, aunque sea en la otra punta del mundo.

Y todo esto sin extremos raros y apabullantes como esta señora de Pilas que congelaba a sus hijos, el niño de la katana que mató a sus padres y hermana, y tantos otros casos de parricidas. Lo dejo en lo normal, en lo usual, en lo que está a pie de calle.

No creo en los lazos de sangre. Creo en el amor, en el cariño y en el día a día de personas que se quieren. La sangre es tan circunstancial como el color de la piel o de los ojos. Incluso me quedo con una frase que me dijo alguien que quiero mucho: «La familia te toca, los amigos los eliges»…y en mi Ohana, están mis hijas, algunos familiares y sobre todo hay muchos amigos sin gritos de sangre.

 

 

2 comentarios en “SANGRE CON VOZ

  1. … y aunque en el algunos momentos la sangre tire si la relación no va a aportar nada más que desgracia lo mejor es huir, por lo demás estoy totalmente de acuerdo (sin ojana)

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