CAZANDO MOSCAS

Ayer, entre faldas escocesas y leyes catalanas surgía una conversación paralela que conseguía disipar la espesa niebla político social que nos invadía. Agradecí un poco de desparrame mental porque en esta vida no se puede ser intenso el cien por cien del tiempo sin acabar cogiendo moscas.

Inciso: tengo un amigo absolutamente andaluz que ha viajado por todo el mundo y dentro de su sociabilidad extrema, mucho de ese mundo (normalmente femenino y de buen ver) acaba conociendo España desde su casa. Recuerdo una chica monísima con la que coincidí en una cena, de su nacionalidad no consigo acordarme, pero era angloparlante. Él nos estaba contando algo en español, con un acento del sur aplastante y contundente,  cuando dijo la expresión «cazando moscas», de repente fue consciente de que era una frase hecha y tuvo la deferencia de pararse con su invitada para no dejarla fuera de la conversación – si es que por aquel entonces aquella pobre criatura era capaz de seguirla- , dejó de hablar, se volvió y le dijo muy clarificiador: «cazando moscas, caught the flies . A partir de entonces siempre decimos las dos cosas con un bilingüismo que ya quisiera para sí la Junta de Andalucía.

Volvamos a lo que iba, la conversación ociosotuitera que comenzó a contracorriente, era la moda. Surgía a raíz de que haya llegado este entretiempo que nos deja con frío para tirantes y con calor para chaquetas, el momento en el que quieres solucionarlo todo con vaqueros y no siempre es posible. Además, si a estos días de otoño prematuro y light se le añaden tormentas de agua como si no costaran, entonces ya te plantas frente al armario y dices esa frase que hacía que tu madre tuviera convulsiones como Regan MacNeil, la niña del exorcista: «No tengo que ponerme». El armario se cae de ropa, las cajas de zapatos tienen etiquetas informativas, cuando no están alineados en armarios por colores y temporadas, pero tú no tienes que ponerte. Entonces oyes una voz en tu interior que resuena como entonces «Si sólo tuvieras un vestido no estarías con tantas tonterías». La desechas tan rápidamente como entonces.

Pero además surge otro problema, comentábamos, los años. Un instante, pare el revuelo. Los años. Las mujeres ya no llegan a los cincuenta vestidas de negro y con un pañuelo en el pelo desde hace muchos años, gracias a Dios, los años van llegando y se van adaptando a las modas, pero hay un peligro que se puede solventar con kilos de autoestima: «Caer en el ridículo». Ir inapropiada a la edad que se tiene. Surge entonces una pregunta: ¿La moda tiene edad? Entonces me sale una variante gallega que no tengo y respondo… «depende». Cuando era pequeña y tocaba viaje a Puerto Banús, de lo que más disfrutaba era de ver a señores extranjerísimas vestidas como dulces colegialas, me llamaba mucho la atención como usaban faldas cortísimas de tablas de colores pastel dejando al aire unas piernas bronceadas en exceso y con cierta caída por mor del tiempo y la gravedad. En ese momento yo me decía a mí misma: yo jamás.

Las personas nos vamos mirando por la calle, hasta cuando tenemos prisa, no hace falta salir en el Hola para que alguien al pasar te haga un chequeo sobre tu estilo personal y hay que reconocer que nosotros también los hacemos: un peinado escandaloso, unos leggins resistiéndose a la física, unos zapatos elegantes, un maquillaje estridente, una bolso que nos gusta. Es algo constante. Yo lo tengo tan asumido que en la playa no paseo y sufro en el camino de la toalla al mar, me siento observada y desnuda, es así aunque llevara un poncho peruano, y es que la disposición playera está hecha para observar. Un horror para mi autoestima.

Ahí está -supongo- el truco del triángulo moda-años-elegancia….la autoestima. Cualquier prenda llevada con seguridad suficiente dentro de las tendencias que va marcando la moda (dentro del estilo con el que nos sentimos a gusto) y con cierta elegancia, nunca será ridícula ni estará mal llevada. Si alguno de los tres vértices falla entonces sí que se puede llamar la atención por ir inadecuada. La elegancia es innata aunque se puede educar algo el gusto, los años son inexorables y hay que saber los que se tienen, y la moda no es una razón de fe, hay que saber que hay prendas que no nos sientan bien, pero si a todo eso le falta la autoestima de saberse bien, entonces es como si se llevase un foco de neón sobre nuestra cabeza.

Yo reconozco que aún llevo camisetas de Disney, negras de Lenore, o pantalones (muy) cortos -tengo una tía que me dice que a partir de los treinta no se deben de enseñar mucho las rodillas-, igual debería dejar de hacerlo ya que veo los cuarenta en el horizonte, pero aunque mi autoestima es reducida creo que no voy a sucumbir a hacerme tan mayor y pienso seguir llevando lo que me gusta. Lo que no pienso hacer es ponerme una falda de tablas de color pastel que entonces sí que me iba a quedar cazando moscas….caught the flies.

 

 

Deja un comentario si te apetece por fi

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s