PUNTO DE INFLEXIÓN

Hoy por hoy, y puedo estar equivocadísima, creo que las cosas suceden porque hay un punto de inflexión que las hace variar. Es difícil encontrarlo mientras se está viviendo y es muchísimo más complicado forzarlo. Pero con perspectiva, mirando con los ojos grandes y echando la vista atrás (sin remontarnos a los Reyes Católicos, en principio) podemos encontrar lo que hizo que determinada senda preestablecida como A, acabara convirtiéndose en la G. He dicho senda y no punto, que nos vamos conociendo.

No es que tenga afán de buscadora de oro, tampoco creo que todo esté escrito y que la Historia -la más remota- es la que mueve nuestros pasos, pero sí que es cierto que una decisión, por ejemplo: «me duelen los pies, hace frío, no pienso subir esta cuesta para llegar a tal local, me quedo en este bar», hace que conozcas al hombre de tu vida o acabes con antecedentes policiales. Ambas cosas van a marcar tu vida.

A mí, que ya se sabe que soy rarita, me gusta buscar los porqués. Disfruto encontrando el dónde fue el paso que se cambió, cuál fue el traspapelo físico o emocional que me llevó a un momento del presente. Además no lo hago de manera consciente. Igual con esto demuestro fehacientemente que soy una inconsciente que sobrevive a base de equivocaciones, pero a estas alturas creo que eso ya no es un secreto. Mis búsquedas no tienen que ser demasiado complicadas.  A veces sólo es demostrarme a mí misma que estoy comiendo hamburguesas porque he vuelto a quemar las lentejas.

Hay días, sin embargo,  en los que intento bucear en la política, en la religión o lo más importante para un ciudadano medio: en el fútbol. Eso son discusiones con afán provocador. Es una tensión conmigo misma o con otros y no necesito llegar al final de un hilo argumental. Son los días que me gusta dejar las puntadas a medias. En ocasiones me gusta llevar la contraria, tanto que me lo hago a mí misma. Aunque suene raro u onanista.

«Las cosas pasan porque suceden» acaba siendo mi reflexión de perogrullo el día que intento ponerme trascendental. Y cuando sólo son las pequeñas cosas, que cantaba Serrat, me gusta ver que casi siempre soy una perfecta desconocida, hasta para mí misma, que nunca sabe como va a reaccionar para así, avanzar en mi historia, con minúsculas, la que no cambia el mundo ni interesa a casi nadie, pero que a mí, como comprenderán,…me tiene muy entretenida.

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