No sé si esta pasión por las escaleras tiene algún sentido freudiano, si alguien lo sabe que avise que yo lo escucharé atentamente y con toda probabilidad, sonría mucho rato.
Estas son las archiconocidas escaleras del Museo Vaticano, como todo el mundo sabe son helicoidales y no es una, son dos. La que sube y la que baja, se esconden o se entrelazan, se buscan o se encuentran, depende de la poesía que queramos darle. De ahí su sentido de infinito, su fotogenia y su fama.
Para mí son la esencia del amor. Dos rumbos paralelos. Juntos y separados a la vez, un mismo fin pero distinta forma de entenderlo. Dos individuos que se aman sin dejar de ser uno mismo y al mismo tiempo siendo una unidad bella, de espíritu fotogénico e inseparable…
(lamento no saber el autor de la fotografía)