LA ROJA

No quisiera ganarme enemistades, pero sé que me las voy a ganar.

Ahora mismo, contra mi costumbre, acabo de titular este post …Inciso: siempre que defino lo que escribo como «post» me suena a post parto y me temo lo peor. Me da cierto pudor darle la categoría de artículo, no soy periodista de renombre. Acabaré llamándolos textos que es mucho más humilde y neutro…No sé que le parece a la concurrencia que así sea…Fin del inciso.

No es lo normal, ni siquiera es lo usual, que yo titule el texto -ojo ahí- antes que nada, la mayoría de las veces porque no sé donde me van a llevar las letras. Me sucede en infinidad de ocasiones que empiezo a escribir pensando en mañanas de sábanas húmedas y acabo en política internacional. Los senderos de mis hilos de pensamiento son inescrutables.

Con semejante título se me abrían varios frentes, a la sazón, en primer lugar, la Selección Española de Fútbol por la que siento, en esta ocasión, el mismo afecto que el fotógrafo que les ha hecho la foto oficial a los jugadores, ninguno. Los pasos que ha dado el señor Marqués ninguneando a algunos jugadores como Arbeloa (por el que profeso devoción) o Navas, por supuestas lesiones, mientras nos comemos a Costa lesionado y relinchando por la rodilla, me hacen ver que aquí no hablamos de fútbol si no de otro tipo de intereses que ni me interesan (valga la redundancia) ni creo que nos convengan. Que tenga suerte Nike con su estrella atlética y espero que Xabi (con be, no con uve) no vuelva a dejarse la piel en los tacos de un contrario porque lo necesitamos en mi equipo. Ni que decir tiene que la denominación «La Roja» me resulta altamente ridícula, pero oigan, yo sólo pasaba por aquí.

El otro tema que me surge es la Pasionaria, es mujer de izquierda encarnada, que supongo revolviéndose en su tumba viendo en lo que va quedando de aquello por lo que luchó. Supongo que se le caería la cara de vergüenza al ver que grandes logros, desde el punto de vista de su ideología, se están viendo difuminados o llevados hasta el esperpento. Igual se volvía más pacifista que Ghandi viendo lo poco que dura lo peleado en la trinchera. Sólo con ver la sesión parlamentaria de ayer con la votación a viva voz hay como para esconderse y sentir vergüenza ajena durante tres o cuatro generaciones.

También ayer me mostraron a un colectivo que reivindica la libertad de menstruación. Es decir, que no quieren avergonzarse de tener la regla. Hasta ahí estamos de acuerdo, ni me avergüenzo ni lo celebro. En ciertas ocasiones me molesta, me duele, me enfada, pero no me siento reprimida ni coaccionada porque mi cuerpo tenga la lozanía de la juventud que supone la menstruación. Entre su manifiesto se leían cosas como «es mi cuerpo y en mi cuerpo mando yo», «el cuerpo como elemento político» y «no me da asco mancharme». Bien, no tengo palabras que me hagan definir la repugnancia que me ofrecía semejante panfletoide online, hasta que leí la próxima concentración que querían realizar en Madrid, en ella solicitaban a las mujeres que acudieran con pantalones blancos y, o bien se mancharan de pintura roja, o bien usaran su propia menstruación vía directa o por medio del vaciado de las copas menstruales; entonces sí que sentí arcadas.

Por último podría hablar de prostitución, porque la Roja es un bonito pseudónimo para una pelirroja que se dedique al alterne, incluso voto por lencería tricolor para el uso y disfrute. Hoy pasea el globo sonda de si deberían legalizarse las putas. Mi opinión es contundente, sí que deberían de pertenecer a la Seguridad Social, con un epígrafe nuevo destinada a su labor social o al ocio, pero que paguen impuestos y tengan derechos. Ganaríamos todos: lo primero porque es un sector en el que se mueve muchísimo dinero y redundaría en las arcas  del Estado (acabábamos con superávit), lo segundo porque tendrían derecho a unos servicios médicos y de mutualidad que les vendrían francamente bien para ofrecer unos servicios «saludables», lo tercero porque se podría exigir unos niveles de higiene y de prevención de riesgos que nunca están de más (imagino a los inspectores tanto de hacienda como de riesgos …) y por último porque bajaría (no desaparecería, no soy tan ilusa) el tráfico de personas incluidas las menores.

Ahora que lo pienso, igual podría ser el nombre de una valiente y sanguinaria pirata que surca los Mares del Sur. Igual me quedo con esta opción, es la que más me gusta, y así le veo otro tono de colorado al título de hoy.

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