18D, PASILLO

A veces no consigo concentrarme. Creo que estoy pero no estoy. Lo curioso es que me doy cuenta. Se parece a cuando eres consciente de que estás sentada encorvada y pones la espalda derecha y lo haces con el pleno conocimiento que pronto volverás a ser el Jorobado de Notre Dame. Intento reconectar con la vida y a la vez sé que es inútil. El vacío va conmigo y sin embargo no paran de bullirme cosas en la cabeza. Quizás sea dispersión por cacofonía. Más de una bronca me ha costado en casa porque piensan que no estoy prestando atención a lo que me dicen. Más de un despiste laboral, de los que no se pueden permitir, he tenido. No sé a qué viene. Quizás sea efecto de la pandemia, ahora todo es culpa de la pandemia, pero sinceramente creo que es anterior. Igual soy ya una señora mayor que pronto necesitará gafas bifocales mientras me empeño en aprender a usar maquillajes que oculten el cansancio y las ojeras. Igual es que la mente ya me va más rápido que el resto del cuerpo o que las ideas se quedan ahí, flotando, mientras que las cosas básicas como oír o leer se me hacen dificilísimas.

He pasado tres días en Polonia. Cero turismo. A duras penas sé que es verde, que hace frio a finales de septiembre, que hay muchos centros comerciales y un campus universitario mal señalizado. También sé que deben de tener el idioma más difícil del mundo. He ido de coartada para que mi hija mayor dispusiera de dos maletas más, he ido -soy madre sureña- a ver si estaba bien instalada, y he ido a decirle adiós como cuando fue a su primer día de guardería, ese día en el que yo me sentía culpable por dejarla allí y ella sonreía y me decía adiós con la mano. Sigue teniendo la misma cara, durmiendo en la misma postura y seguirá siendo mi niña toda la vida. Para el vuelo me traje un libro, algo antiguo que se ha quedado relegado a Navidad, culturetas y estanterías Billy. A la ida no lo abrí. En la vuelta lo empecé al sentarme en mi asiento 18D, pasillo. Decidí empezarlo por el principio aunque ya iba por la mitad…mi sorpresa ha sido que no recordaba absolutamente nada de lo que había leído. Era magistral y no lo recordaba. Me ha dolido. He devorado «Gente que se fue» (Gistau) y he disfrutado. He querido prestar atención a lo que leía más que nunca y seguramente en algún momento mi gaseoso estado mental habrá hecho que me pierda algo. Análisis del libro habrá mil. Sé que todo el mundo hace referencia a su padre, a sus hijos, al boxeo…pero yo me he fijado en la mujer. La mujer de la que escribe es siempre real, carnal, generalmente una mujer que salva, una mujer que da la felicidad, al menos que da más que quita, que hace feliz hasta las que son más perversas. Son mujeres que no necesitan permiso para serlo, ni vociferan que lo son. Mujeres que miran de igual y sienten lo mismo. Y me gusta, reconozco que me gusta ese tipo de mujer que sabe lo que quiere y no tiene que presumir de nada porque sabe que vale lo que es.
También me ha gustado leer una de las historias y ponerle cara, quizás esté equivocada pero conforme leía se me dibujaba la persona en el personaje. He sonreído. A veces ese mundo intelectual y poderoso que tanto me alucina, ese olimpo de personas que escriben como sin ganas, esos escritores que no tienen que mirar la wikipedia y que pueden rellenar columnas vibrantes en primera persona que suceden en escenarios en los que me gustaría haber estado, tienen una terrenalidad conocida, un punto en el que dos mundos se unen y uno de ellos me es familiar. Eso me hace sonreír, como si yo fuera parte del decorado.

Me he prometido que no me pase más…ni leer sin enterarme ni dejar tanto tiempo sin leer. Me he prometido prestar atención y cuidarme más. Me he prometido ser constante. Me he prometido tantas cosas que no sé si seré capaz, pero a quién quiero engañar… igual ni me escucho…

5 comentarios en “18D, PASILLO

  1. Enhorabuena, no conocía esa faceta suya, la sigo en Twitter y me gustan mucho sus trinos , pero estas reflexiones me han encantado.
    Gracias por compartirlo con los demás

  2. veo que el texto constata tu vida. Mucho te echo de menos porque me gusta leer cosas de mujer, un ser escaso en estos momentos de «empoderamiento». Comprendo lo que dices y en el texto das la respuesta, aunque pocos verán que no es una generalización de culpabilidades, sino una causa cierta de ese desconcierto que tú cuentas magistralmente y otros lo viven según les dicte la TV de turno. Pasé un tiempo así, sin poder meditar ni concentrarme en algo y pensé lo mismo y sentí lo mismo. Suerte y un abrazo.
    GatoFénix

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