Hoy mi hija Julia se ha levantado como si fuera la reina de la canción protesta, no es raro que suceda porque yo parí una noche de frío a una mujer reivindicativa. El silencio no hace mella en su personalidad y sus sentencias suelen ser tan contundentes que suelo callar y esconderme a reír a carcajadas. La mayoría de las veces hago como si no la hubiera escuchado, porque si encima se sabe oída y aplaudida temo que el próximo mueble que entre en casa sea un atril. Y lo que es peor tanto ella como su hermana lo utilizarían. Es curioso como educadas de la misma manera sus ideales sean los mismos y su afán por conseguir las cosas vaya por caminos distintos. La mayor es más sosegada, reflexiva, acepta las leyes y reglas de la democracia, se interesa por los vericuetos reales de la legislación y la pequeña (Julia) lo quiere arreglar todo por el camino más lógico, que no tiene que ser siempre el más legal. Por ejemplo, mientras la mayor se interesa por las leyes internacionales que delimitan fronteras y las distintas formas en las que la inmigración se trata según el país, la pequeña dice que abran las puertas de aduanas, vallas y rejas que ya nos iremos colocando.
Hoy la reivindicación ha sido «Nada ni nadie debería obligarnos a salir de la cama si estamos agustito» El confort como norma no me parece mal entendida, pero estoy viéndomelas venir y cualquier día aparece con tres pelotas hechas con arroz, un par de bolos y cinco perros de nombres distraídos y raza nula. Y con rastas.
Con semejante futuro, en el que yo intentaré participar siempre porque nada me puede parecer más atroz que coartar la libertad de pensamiento de una persona, me veo andando en la cuerda floja, cual funambulista de la maternidad, para que los ideales no se le vayan de las manos y esa solidaridad desmedida (si es que en algún momento sobra) vaya encauzada a ayudar a los demás sin tambores y protestas frente al G14. Tengo que reconocer que la veo más como cooperante internacional, dándome clases de geografía por narices a fuerza de buscarla en sitios remotos, que como seguidora de cualquier tendencia. Otra de sus adorables características es no entender que haya que seguir ningún tipo de norma, ni siquiera lingüística, parte de la base -supongo- de el siempre recordado Manuel Summers y es que «To el mundo es güeno». Fue memorable un almuerzo en el que le expliqué la disciplina de voto…Creo que jamás me sentí tan tonta como entonces ni ella más desconcertada con la imbecilidad política.
Todo esto viene a colación de sus reivindicaciones y de la madre de Baltimore, abajo tenéis el vídeo. No quisiera yo llegar a esos extremos pero he visto pasar el futuro por delante de mí. Por si acaso he cogido ideas, y por supuesto me he sentido identificadísima. Dentro de ese suero que nos ponen en paritorio van respuestas y comportamientos comunes que nos acompañan desde el mismo instante en el que cortan el cordón umbilical, y uno de ellos es el de trasladar todo lo que ocurre al ámbito doméstico. Sería: «Cómo vas a arreglar el mundo si tu cuarto es un asco», (copy @cchurruca) dice la madre enfurecida con el móvil en la mano. Ahí está la contundencia maternal…empieza por tu cuarto y ya si eso intenta luego lo del mundo…y eso a collejas con la mano que le sobra.
Y es que no es cuestión de imponer nuestras ideas a nuestros hijos, pero sí que sepan que a una madre se le obedece, sí o sí.
Muy fan de la madre de Baltimore