LABERINTO

Quiero perderme entre jardines desconocidos para gozar perdida al sol, caminar sin mirar más allá del horizonte y dejar miguitas por el suelo para que los pájaros me bailen detrás. Quiero no saber el camino de vuelta porque tampoco sé si quiero regresar, y sobre todo, quiero no pensar si quiero o no quiero saber lo que quiero hacer.

Quiero un laberinto de calles sin señales hechas con macetas, arbustos y flores. Recovecos, bocacalles, placitas de ensueños, sin pasos de peatones. Cruzar sin mirar, pero viendo y absorbiendo cada gota de luz reflejada en un rayo de agua. Agua de riego tranquila, útil, asentada entre marrones y ocres de pavimento natural.

Quiero que la luz haga sombras de flores en un suelo de tierra que se ribetea en parterres de loza flamenca. Quiero ver llegar las abejas que zumban silencios de polen y acarician con sus alas los pétalos de manera coqueta. Quiero ponerles nombres a las flores que se abren coquetas buscando la primavera. . Tú serás Margarita, aunque seas una rosa y tú te llamarás Azulita aunque brilles en rojo; esa rosa naranja será Agustina porque tiene el color de aquella vecina que siempre traía torrijas y roscos… Siempre es mejor volverse un poco loco y no llamar a las cosas por su nombre.

Quiero dar vueltas y vueltas, y más vueltas, hasta sentir mi falda que vuela y se pega a mis piernas y cuando no pueda más, caer derrengada en un sendero, sin importar que me ensucie la cara o el pelo, y dejar los zapatos en cualquier esquinita, separados y solos para que sepan sentirse libres. Y seguir caminando sin zapatos, descalza y salvaje.

Quiero cantar a pleno pulmón y reír con ganas recordando cada momento en el que fui feliz entre tus gracias, tus ocurrencias y sentirte sin que estés. Echarte de menos sonriendo, sin dramas ni nubarrones, contenta bajo un sol espléndido que me asegura que todo va mejor si sigo riendo. Y es verdad.

Quiero contar nubes, buscarle formas, soplarles fuerte y mirar tan fuerte al azul del cielo que me salgan chispitas en los ojos y perderme en cada uno de esos brillos para sentirme luz dorada.

Quiero meterme dentro de laureles sin ser césar, escondida de nadie y sorprender a la nada, saliendo de repente. Quiero estrujar tomillo entre las manos y hacerme un moño, para que se deshaga, con ramitas de romero y ponerme lavanda en el ojal de la chaqueta que no llevo.

Quiero ser Alicia sin conejos con reloj ni monarcas decapitadoras, sin naipes que pintan, sin sombrereros. Quiero crecer y sentirme pequeña según el momento, la sombra o las horas, saberme capaz de todo y de nada, sin vasos a medias, sin corsés que aprieten, sin tabúes ni normas.

Correr, caminar, saltar, pasear, bailar en silencio, hablarme a solas, contarme secretos al pie de la aurora. Quiero una laberinto para perderme.

 

 

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