COLÓN, CAMBA Y LA RESACA

En el último mes habré leído tres artículos sobre la resaca, entendida como ese día siguiente fatídico y letal. Ese momento que precede a los deseos más inenarrables sobre una muerte rápida e indolora, pero sin fuerzas para ejecutarse uno mismo. El día E, que va detrás del día D, que fue aquel instante, cuando preso de la estulticia alcohólica, ante el jocoso etilismo o el insondable dolor -la embriaguez puede llegar por varias razones-, en vez de frenar el consumo de bebidas espirituosas, vinos, cervezas, alcoholes todos, se sigue la senda del abismo: la borrachera. Incluso, tres días atrás, entusiasmada por la literatura y azuzada por el calor, ese que hoy ha ido por tabaco y no vuelve, pude comprobar en carne propia lo que hace un mal ajuste de las capacidades intrínsecas a nuestra naturaleza subjetiva y particular. Fue la mía, no obstante, una resaca mini. Resaca mañanera, de las que a medio día están casi subsanadas o sanadas a secas, que a fin de cuentas no es más que un conjunto de sintomatología.

También habré leído otros tantos de Julio Camba. Nunca he entendido muy bien la razón, pero de repente se alinean los planetas -y las editoriales- y todo el mundo empieza a hablar de algo y de ahí salen artículos, o salen artículos y empieza el runrún popular. Ni que decir tiene que agradezco muchísimo que los runrunes de mi alrededor sean sobre Camba y no sobre Jorge Javier Vázquez o Belén Esteban (si es que se sigue hablando de ellos, que yo ya estoy muy antigua en estas cosas). Reconozco que de Camba no sabía mucho y lo curioso es que lo que sé siempre viene de la mano de un gallego, que al final el ser humano, unos más que otros, es muy territorial y sale el orgullo patrio. Entiéndase patrio por regional o pueblerino (sin asomo de desprecio alguno) que luego los hay que «se la cogen con papel de fumar» -perdón por la vulgaridad, pero es de las expresiones más elocuentes y definitorias que conozco- y son capaces de encontrar discordancia hasta en un punto y coma, por ser cada uno de su padre y de su madre. Y no me pidan que elija, tanto la coma como el punto son progenitores válidos, y la A o la B la sitúan ustedes a su conveniencia. Lo dicho.

Y en medio de este localismo infinito, de este sentir propio del terruño, han llegado a mis ojos unas declaraciones que han rizado el rizo, incluso puedo compararlo con el afán de los nacionalistas catalanes que andan empadronando a cuantos difuntos célebres se encuentran a su paso.  Es decir, la misma tontería, igual memez que se ha hecho realidad sureña cuando el alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, ha reclamado en mitad de un mitin de los que surgen por culpa de las elecciones europeas, (que contradicción todo) que Colón salió del Guadalquivir y por tanto el descubrimiento casual de las Américas tuvo su nacimiento en la ciudad que gobierna. Añado yo, que estoy poética, que sin duda fue la Giralda quien se asombró de la riqueza de las carabelas y que mientras Colón y su numerosa tripulación partía, en su retina impregnada, su última mirada, hacia lo que hoy es la coqueta Triana. Eso dice el señor alcalde de la ciudad de María Santísima y ni que decir tiene lo que se han ofendido los onubenses con los palermos o palenses a la cabeza (reconozco que he tenido que buscar el gentilicio de Palos de la Frontera porque me salía palitos y sabía que no podía ser. Admito desde aquí mi incultura). Y en esas andan, en pelear sobre el punto de salida de un señor que descubrió algo por casualidad en 1492. Miedo me da que se remuevan estas arenas porque en mitad de la tempestad, quienes van a reclamar el descubrimiento de América son los del Reino de Castilla, que a fin de cuentas eran quienes eran dueños de todas estas tierras, y Colón salió de Madrid vía Manzanares. Veo parque temático en lontananza.

Comprenderán que después de las lecturas que inundan mi sesera esté a punto de sucumbir en un alcoholismo de barrio. Estoy a dos pasos del café y carajillo, aunque bien pensado, igual prefiero un tardío retiro en los salones del Palace, como Camba, y despertar al día siguiente aterrorizada por una resaca antológica de whiskey, americano, por supuesto.

 

 

 

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