En esta locura de neo puritarismo selectivo estoy extrañada de que aún no haya irrumpido en la palestra de la política nacional, que es donde ahora se cuecen estas cosas, las infidelidades. Lo que siempre hemos llamado infidelidades que ahora lo mismo se llama de otra manera y por eso no me he enterado, también os lo comento. Con esto no estoy aludiendo a Casa Real hablando de «cese temporal de la convivencia», ni tampoco a la señora que anteriormente fuera considerada parte de la Casa Real, aunque haya sido noticia hace poco y, por supuesto, todo el mundo haya opinado y se haya posicionado.
Creo que le leí a Paco Robles que en la Sevilla bipolar existe siempre la dicotomía, no sólo del Betis y el Sevilla, sino también la moral. La del caballero que va a Misa de ocho con su señora, los cinco niños, la suegra que se llama Matilde y con la que comen los domingos, y a la vez tiene una amante maravillosa a la que cuida como un reina y que ve en horario de horas extraordinarias. Golpes de pecho y golpes con el pecho, parece lo mismo pero no lo es.
Esa doble moral es extensiva e inclusiva, sin fronteras. Es tan transversal que ya no sólo es cuestión de territorios ni sexos. No es que piense que siempre fueron infieles los hombres, ahí está la historia para desmentirnos, simplemente creo que ellos tenían más oportunidad, más tiempo de escaqueo, más posibilidades de viajar solos, inventar reuniones, mientras que las mujeres se veían más coartadas de oportunidad, salvo el mito del butanero.
Las cosas pasan porque suceden y empieza la casuística, que estén los dos casados o la figura asimilada al caso, que sea esporádico, que ella esté soltera pero tenga familia a cargo, que el soltero sea él, que sea la salida del armario de alguno de los dos. En fin, nunca mejor dicho: elige tu aventura.
Tengo una amiga soltera que me decía que lo peor de estar con un hombre casado es que cuando te hacía falta un abrazo al terminar el día, no había nadie y esa soledad era un eco terrible en una casa que previo a conocerle era un hogar, un refugio, una fortaleza. (Moraleja, me decía, nunca lo metas en tu casa).
Tengo un amigo casado que no se aprende ni los nombres, pero es absolutamente sincero con lo que ofrece y con lo que busca. Yo intenté aprenderme los nombres de alguna y, por aquello de la complicidad, la charla y la amistad, por preguntarle como le iba con Macarena, pero resulta que después de esa vino Carmen, Araceli, Laura y Lourdes… Ahora sólo le pregunto si es feliz y está bien.
Tengo una amiga soltera que busca hombres casados porque «dan menos ruido» y ella no está por aguantar historias ni dramas de nadie, y mucho menos lavarles la ropa.
Tengo un amigo que siempre dice que el matrimonio de personas del mismo sexo fue un derecho conseguido y necesario por el que él luchó, pero que ahora le pone en unas tesituras por las que antes no pasaría. Hablamos de infidelidades maritales, claro.
Lo importante, creo, es la sinceridad de mi amigo. Está muy feo decirle a otra persona que vas a dejar a tu pareja sólo por aguantar un polvo más, es muy triste darle alas al amor de una persona si no va a ser correspondido. Las cosas claras hacen la vida más fácil y como somos mayorinos, cada uno en su libertad decide lo que quiere, lo que le compensa y lo que le apetece. Si no se puede controlar el amor, al menos sí sus consecuencias.
¿Y las otras partes? Pues verdaderamente es una putada, sin más tapujos. Habrá quien de verdad viva una historia falsa y llame papá a su suegro mientras odia mortalmente la vida que lleva y si su pareja se distrae en otros labios pues mucho mejor. Habrá quien de verdad crea en eso del poliamor y no se sienta mal por el hecho de que su pareja le coma la oreja, y lo que no es la oreja, a otra criatura que no es una misma, pero por lo general la legítima o legítimo sufre bastante con los amores, escarceos y ausencias.
Si la vida pone en la tesitura de relaciones paralelas, no seré yo quien juzgue a nadie, que los matices son infinitos y el amor libre, yo no estoy por ser más moralista que el tuitero medio, pero lo mejor es no hacer daño. Cuidad de quien queréis o habéis querido, quien os gusta u os hace sentir bien, sed elegantes, discretos y sed felices.
PD: Que el confinamiento era muy largo y tenía que meterme en algún charco.
Buena reflexión sobre un tema tan antiguo como la vida.