INSERT COIN

Creo que ya lo he contado alguna vez, pero igual no, y como la memoria es un don que Dios -en su infinita sabiduría- me va quitando, os lo voy a contar otra vez.

Cuando era pequeña en el baño de casa siempre había algo que leer, no había móviles, y solía ser una catálogo, una revista y a veces hasta un libro. Era muy común que estuviera el Selecciones (Selecciones del Reader’s Digest) y me aburría soberanamente salvo alguna pamplina. Hubo una vez que me llamó la atención uno de esas historias o testimonios o lo que fuera, no recuerdo muy bien como iba, yo debía de tener unos siete años, pero me leí aquella historia.

Contaba la ayuda que se puede dar a una persona en sus momentos más difíciles, sin heroicidades ni grandes aspavientos y aún menos con publicidad por hacerlo. Esta historia era sobre como ante la muerte de un familiar y la preparación del funeral (al estilo estadounidense), una de sus vecinas entró en la casa y le limpió los zapatos que iban a necesitar en el oficio a los padres y los niños que vivían a su lado. Un pequeño gesto que hace la vida más fácil.

Recuerdo que cuando murió mi abuelo, la vecina vino con una olla de caldo inmenso que había hecho para nosotros. Las pequeñas cosas a veces son las más grandes.

Con el mal de amores pasa más o menos lo mismo, no en vano hay quien llama a sus exparejas «mi difunto». Cuando una pareja rompe hay un duelo más o menos largo, una pena más o menos intensa y un instinto homicida más o menos acusado, va a depender mucho de la cantidad de carne que se haya puesto en el asador. No, no hablo de sexo esta vez. Así que también hay que acompañar y tener esos pequeños gestos que son necesarios para seguir.

A veces hay que acompañar escuchando las distintas teorías de los porqués, otras hay que insultar a dúo (no es lo suyo pero relaja), en ocasiones habrá que ponerse como las Grecas y volver dando cambayás y de costero a costero, y en otras habrá que hacer reír.

Como buena oreja del mundo que soy se me da bien escuchar. Pese al colegio de pago y el interés por educarme de mi madre, insulto de manera fluida, más que un C2 de insulto lo mío es nativo. Soy buena compañera de barra y brebajes con hielo y sobre todo, soy experta en decir tonterías.

Hace eones, porque ya hace eones que sé que me estás leyendo, llamé a una amiga que vivía perpleja su ruptura. Me hubiese gustado irme a buscarla, ponernos de grana y oro y volver cantando canciones de Marisol a gritos, pero ni ella ni yo estábamos disponibles para tamaña heroicidad, así que la llamé por teléfono y después de un rato de desahogo le dije: «¿ya? Ea, pues Game Over, ya se acabó la partida y ya sabes lo que viene ahora», pobre mía, en el lecho del dolor -así, sin exagerar ni nada…- me contestó «¿Qué?» Y le dije muy tranquila, como carne de recreativos que fui: «Insert Coin». Y conseguí que se riera.

Ella es animosa por naturaleza y difícil de vecencer y mucho menos de darse por vencida, así que sé que podrá y vendrán más historias y ojalá alguna sea el récord de la máquina y nadie la supere, pero mientras tanto vendrán más monedas y si hace falta buscamos cambio: Insert Coin, amiga.

La vida no es justa, ni fácil, pero lo importante es que siempre exista alguien que haga por ti esa pequeña cosa que te haga el dolor o la pena un poquito más fácil.

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